II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Para presumir hay que sufrir

Cristina Arranz, 16 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

    Son muchas las horas que pasamos ante el espejo. Claro está que en mayor proporción el sexo femenino. Ropa, complementos, maquillaje, peinados, sombras, brillo, etc. Pero no solo me refiero a esos minutos en los que el ingenio y el estilo se apoderan de cada sujeto, poniéndolo a prueba, sino también aquellos fastidiosos años en los que suelen someternos nuestros progenitores a una torturosa ortodoncia, poniendo en juego no solo tu prestigio entre tus colegas de clase, sino también tu belleza, y haciendo que se repita durante dicho periodo esa manida frase: “no esta mal, pero tiene aparato”.

    “Bueno, si no queda otra...”, te repites, aunque todavía no entiendes que le has hecho a tus padres para someterte a dicha humillación. “Cuando seas mayor me lo agradecerás”. Si no te digo que no, pero ¿y cuándo el chico de mis sueños esquive mi mirada al verme sonreír? ¿Eso también te lo agradeceré? Durante años no dejas de anhelar el día en el que vuelvas al dentista y por primera vez salgas satisfecho, y con una sonrisa libre de alambres.

    ¿Ha valido la pena? Si. A partir de ahora podrás lucir unos dientes perfectos, sonreír en todas las fotos sin miedo. Pero todo eso no quita lo muchos que has tenido que sufrir, incluidos aquellos dolorosos apretones en tus encías que te impedían comer con normalidad.

    También podemos hablar de esas horas semanales que muchas personas pasan en el gimnasio. Maquinas, cinta, pesas… ¿Para qué? ¿Y qué me dicen del “típico” mes a régimen antes de una boda? ¿Vas a privarte de esos dulces que tanto te gustan? ¿Por qué? Solo es una boda.

    Si nos fijamos bien, hay otros muchos casos que nos demuestran que “para presumir hay que sufrir”.