XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

Paseos estelares 

Inés Arasa, 15 años

Colegio Canigó (Barcelona) 

No han pasado muchos días desde que escuché la conversación de dos pequeños junto a los columpios del parque:

—Que sí, Blanca… Que sí existen —insistía el chico, que parecía tener unos cinco años.

—Que no, Luis… —se impacientaba la niña—. Los extraterrestres no existen. ¿O es que tú los has visto?

Aquel intercambio de pareceres me dejó con la cantinela y la duda el resto de la jornada:

«Los extraterrestres existen… Los extraterrestres no existen…».

Al caer la noche me di cuenta de que los extraterrestres no solo existen sino que pululan a nuestro lado a todas horas. Si acepté esa posibilidad fue gracias a los tres accidentes que había presenciado durante esa misma semana…

El primero ocurrió en mi casa, cuando mis sobrinos vinieron a comer. Carmen, la mayor, se sentó en el sofá con un libro en la mano y se puso a leer. Más tarde, cuando su madre la llamó a comer, mi sobrina cerró el libro con lentitud, como si aprovechara hasta esos últimos segundos para seguir leyendo. Al llegar a la mesa aún continuaba con la mirada perdida, metida en la piel de los personajes de su novela. Se sentó en la silla, pero al hacerlo tiró sin querer la copa de vino de su padre.

—¡Carmen! —exclamó él.

—Perdón, papá —se disculpó—. Seguía en mi mundo.

El segundo acontecimiento sucedió en la calle, cuando salí a a dar al final de la tarde. Un chico de unos ocho años se chocó, sin querer, con una señora bastante mayor, provocando que se le cayera el bastón y la anciana perdiera el equilibrio durante unos segundos.

—¡Pablo! —le regañó su madre, quitándole de las manos el muñeco con el que estaba ensimismado—. ¡Estás en la luna!

La tercera situación, la que terminó por abrirme los ojos, la viví con mi tía cuando fui a visitarla en su asilo. Se acercaba la hora de la cena y me la encontré apagando la televisión de su habitación, donde acababa de ver su serie favorita.

—Imagínate, Inés, un mundo en el que no existiera el sufrimiento... Yo no estaría aquí. ¡Por supuesto que no! Estaría corriendo y saltando como una chiquilla.

—Tía Marina —me reí—. Sueñas demasiado.

—¡Y gracias a Dios que lo hago! ¿Qué sería el mundo sin personas soñadoras dispuestas a descubrir nuevos mundos?

En ese mismo momento me di cuenta de la verdad: los extraterrestres existen. Y no solo eso… Los extraterrestres son todos aquellos que tienen la capacidad de descubrir, imaginar y soñar. Son los que desconectan del mundo en un momento determinado, los que no le tienen miedo al miedo y están dispuestos a dejar por unos minutos la realidad de lado. Mi vecina cuando toca la flauta, mi abuela cuando se enzarza a resolver sus palabras cruzadas, la modista cuando hace arreglos en viejos vestidos, los escritores cuando se sumergen en sus historias… Ellos son los extraterrestres que crean mundos distintos. También aquellas personas que cuando leen o ven una película dejan la Tierra para internarse en otra dimensión.

Las personas que no salen de su rutina, las que no se atreven a imaginar y mucho menos a pensar o crear, pensarán que ser extraterrestre es algo malo, pero… ¿qué hay de malo en darse, de vez en cuando, un paseo estelar?