XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Pensamientos de un
niño pequeño 

Juan Andrés Coromina, 17 años

          Colegio Altair (Sevilla)  

No recuerdo bien última vez que le vi. Es más, tampoco recuerdo bien su cara. Hace tiempo que se fue y ni siquiera le pude dar un beso o un abrazo para despedirme. Solo me dijo que ahora tenía que ser yo quien ayudara en lo que pudiera.

Veo su sonrisa a través de la ventanilla del coche y recuerdo lo triste que estaba mamá al verle marchar. Nos hemos quedado solos ella y yo. Se acabaron las tertulias por la noche, los domingos de cine y los cuentos nocturnos.

Quién sabe cuándo le volveré a ver, porque se ha ido lejos, muy lejos y mamá dice que no tenemos dinero para visitarle porque el billete es muy caro y más para dos personas. Le dije que yo puedo poner dinero de mi hucha, pero aun así no sería suficiente.

Estoy en mi cuarto, buscando cosas para vender: un balón firmado por Tom Brandy, mi jugador favorito de fútbol americano; la guía de insectos de Europa y el norte de África, que me regaló mi amigo Marco y que ya no utilizo porque ya no me gustan los bichos… Aunque, la verdad, no sé qué hacer porque, ahora que lo pienso, estas cosas me gustan. Debería ser él el que vendiera sus cosas para venir para acá.

*

Hay aparcado un coche delante de nuestra casa. Es negro, con el logo de una gran flecha amarilla. Se parece mucho a uno de mis juguetes que vendí hace unos días. Por cierto, que vender es más difícil de lo que parece: me compraron cosas que eran supermegachulas y solo gané veintitrés euros con veinticinco céntimos. Así que mañana iré por el barrio para recuperarlas, porque son mías y no he ganado por ellas el dinero que necesito.

He decidido vender limonada, como los americanos de la tele. Esta tarde le pediré dinero a mamá para comprar limones.

*

No he podido tener peor día. He ido a pedir mis juguetes, casa por casa, y no me los querían dar. A los que me han preguntado el motivo de reclamarlos, les he explicado que es para comprar los billetes. Pero me han sugerido que le pida el dinero a mi madre. Les he dicho que si mi madre tuviera dinero, no habría vendido mis juguetes. En fin, que me he quedado sin los juguetes.

He montado el puesto de limonada. Como mamá no quería gastar dinero para comprar los limones, he tenido que usar mis ahorros. Después he cargado con la mesa hasta colocarla en el porche. ¡Hay que ver lo que pesaba! Después de pegar un cartel de reclamo, he comenzado a cortar los limones y a exprimirlos, hasta que me he cortado. Con el zumo, la herida escocía lo suyo y he roto a llorar. He ido a casa para que mamá me curara, pero me ha echado una bronca a cuenta del cuidado que tengo que poner con los cuchillos, porque están muy afilados y podría perder el dedo… Total, que me ha prohibido lo de los limones y he ido a devolverlos. Pero la tendera me ha dicho que no puede cogerlos.

En resumen, ya llevo perdido parte del dinero que gané, mis juguetes y esos limones que no me van a servir para nada.

*

Hoy el coche misterioso ha vuelto a aparcar delante de casa y, claro, mamá ha llamado a la policía porque creía que alguien nos acosaba. Pero no era un acosador, ni tampoco Tom Brady: era mi hermano José, que ha vuelto de la universidad. Le he oído a mi madre decir que cree que lo han echado. A mí, qué...Mejor, así puedo dejar de vender mis cosas y de cortarme dedos, porque no necesitamos el dinero para ir a visitarle.

No entiendo por qué mamá no está tan contenta como yo. Creo que está fingiendo, porque José por fin ha vuelto.