II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Personas que sobran

Irene Tor Carrogio, 14 años

                 Colegio Canigó (Barcelona)  

    ¿Qué te sugiere un médico? A los niños, dolor y miedo; a los abuelos, la clave para seguir viendo; a los jóvenes, la vergüenza de tener que desnudarse en la consulta… ¡Hasta Quevedo tenía su estereotipo: el matasanos!

    ¿Y qué te sugieren las células embrionarias utilizadas para la experimentación? Ahora algunos médicos, biólogos, bioquímicos, están convencidos de que son la panacea para resolver enfermedades incurables, obviando la condición moral, es decir, el deber de cuidar la vida, especialmente aquella más débil. Porque es tal el deseo de llevarse el gato al agua que no quieren siquiera plantearse cuándo comienza la vida, cuándo al embrión se le puede dar carta de persona.

    Porque, ¿cuándo comienza la vida? ¿Cuándo empezamos a tener derechos? ¿Quién se atreve a decir “sí, tú puedes vivir” o “no, lo siento. Quizá la próxima vez”? ¿Quién da el pistoletazo de salida a una vida y se atreve a contarlo? Silencio. ¡Pero si trabajar con células madre está de moda, venga chicos, que nadie os señalará con el dedo por la calle, al revés, hasta puede que os concedan un Nobel!

    Buscar curas para enfermedades terminales es algo noble, pero la nobleza se acaba cuando para curar se utiliza el material celular, genético, etc. de una tercera persona sin su consentimiento y poniendo en grave peligro su vida. Sin embargo, lo más triste es que esas personas son consideradas “las de reserva”, guardadas en inmensos congeladores para disponer de ellas cuando se necesitan, acto que me recuerda más a un anuncio de televisión de guisantes congelados.

    Algunos ven la experimentación embrionaria como un gran avance científico, otros como una atrocidad. Mientras debatimos sobre qué adjetivo describe mejor este hecho, miles de vidas “que empiezan” sufren el abuso de quienes, en teoría, están preparados para salvar. A esos embriones se les considera sobras, un producto artificial para mejorar la calidad de vida de las personas ya nacidas. ¿Acaso los embriones no tienen derecho a vivir? ¿Cómo se puede negar lo evidente? Tienen material genético propio y exclusivo y realizan funciones vitales, porque si no tuviese vida no crecerían ni se desarrollarían.

    El cordón umbilical de los fetos también puede curar distintas enfermedades, pues sus células todavía no están especializadas y su congelación no comporta ningún daño a ninguna persona. Métodos no faltan, pero es obvio que resulta más cómodo obtener el material “fresco” sin quejas ni problemas: abro el congelador, cojo lo que me apetece y lo cocino a mi gusto.

    Se acerca la era de las “personas a la carta”. Podremos escoger cómo serán nuestros hijos: su sexo, el color de los ojos…, y hasta el número de vello por pierna. Vaya tela...