XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

Poseidón, el rey de
los mares

Maravillas Sánchez-Tarazaga, 15 años

Colegio Vilavella (Valencia) 

Carlos sufría de glaucoma y la enfermedad había progresado en los últimos meses, así que los médicos decidieron someterlo a un transplante de córnea. Antes de la intervención, le aseguraron que se recuperaría en poco tiempo y que volvería a ver, de nuevo, con nitidez.

La intervención fue sobre ruedas y el resultado fue el esperado, óptimo. Al salir del quirófano, Carlos entreabrió un ojo. Apenas consiguió enfocar a las personas que le rodeaban, pero se dio cuenta de que una de las enfermeras era distinta. Ya no estaba aquella mujer gordita de aspecto despistado que solía atenderle, sino una tremenda bestia con el pelo cardado y unos colmillos del tamaño del peñón de Gibraltar que emergían de su boca montados sobre los otros dientes.

Sin embargo, Carlos tenía unas sensaciones diferentes, que le llenaban de vida. El tambor de su pecho funcionaba con agilidad. Hacía tiempo que no recorría su cuerpo semejante estado feliz, una dicha que le fluía por la sangre. Se sentía más infantil, como un niño de siete años. Ese transplante estaba suponiendo una alteración sorprendente de su realidad.

De hecho, su oficina no era gris. Estaba llena de colores. El ventilador que tan lentamente giraba en el techo de Abogados S.A., se había convertido en una gran hélice que un avión dejó una vez y que su jefa motorizó y enganchó para que refrescara todo el bufete.

Y en su casa, la bañera se convirtió en un océano con temibles monstruos acechando tras la cortinilla. Todas las noches, a eso de las once, se hacía llamar «Poseidón, el rey de los mares», y moviendo el cuerpo de lado a lado de la bañera, provocaba oleajes e inundaciones con las que demostrar quién manda a las bestias abisales.

Un tiempo más tarde percibió unas voces familiares que le llamaban: «¡Carlos, Carlos!...». Parpadeó un par de veces hasta que consiguió reconocer el rostro de su hermana. Entonces cayó en la cuenta de que aquella curiosa aventura había sido fruto de la anestesia.