XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Predicciones

Paula Marchante, 14 años

                 Colegio Grazalema (El Puerto de Santamaría)  

Capítulo 1

Hola, soy Luz y acabo de nacer. Sí, lo habéis leído bien: acabo de nacer. Esto es todo lo que sé sobre mí ahora mismo. Por lo que puedo escuchar, me encuentro en el hospital Nuestra Señora del Carmen, en Sevilla. Hay mucha gente alrededor de mí. Me miran con ternura, aunque la verdad es que me intimidan un poco. Al parecer es Nochebuena. No sé qué es eso, pero tiene pinta de ser algo muy importante, ya que todos van muy arreglados. Bueno, todos excepto mi madre. He averiguado que se llama Rosa y mi padre Fran. Ella lleva puesta una bata blanca y parece muy cansada, aunque tiene una sonrisa de oreja a oreja.

Luz dejó de leer y pensó:

«¡Qué casualidad! Mis padres también se llaman Rosa y Fran, yo también me llamo Luz y además, nací en Nochebuena».

Se quedó bastante sorprendida. Ya lo único que le faltaba era averiguar si había nacido en el mismo hospital que la protagonista del libro…

Siguió leyendo.

Ella también me mira, pero de una forma diferente. La mirada de mi madre la siento como ninguna. Despierta en mí una pequeña sonrisa. Todos se empiezan a reír, aunque no entiendo por qué.


Capítulo 2

Hoy es 24 de diciembre de 2003. Además de celebrar Nochebuena, celebramos mi tercer cumpleaños. Recibo muchos regalos; entre ellos, un peluche rosa con forma de conejo que me gusta mucho. Aún no sé hablar del todo bien, pero consigo dar las gracias a mi manera.

Luz no daba crédito a lo que acababa de leer. Ella aún guardaba un conejo rosa de peluche que le regaló su abuela en su tercer cumpleaños. ¡Ya era demasiada coincidencia! Pasó algunas páginas, hasta llegar al capítulo cinco.

¡Dios mío! Lo que me pasa a mí no le pasa a nadie. Estaba en el recreo con Marta, mi mejor amiga; las dos íbamos corriendo, jugando al pillapilla, cuando me he caído al suelo y me he hecho una herida en la rodilla. He buscado a mi hermana Laura, que es mayor que yo, pero no la encontraba. Cuando me dirigía a la fuente para lavarme la herida me he vuelto a caer, por no ir mirando hacia delante… Me he dado con la fuente en la ceja y me he hecho una brecha.

Luz se acordaba perfectamente de aquel momento. Ocurrió cuando ella tenía siete años. De hecho, aún seguía teniendo la marca de aquella herida. Le gustaba llamarla su “herida de guerra”. Siguió pasando las páginas, hasta que decidió pararse a pensar y se preguntó: «¿Y si mi vida estuviera recogida en este libro?».

Se encontraba confusa y preocupada al mismo tiempo. Si el libro comenzaba con su nacimiento, lo lógico sería que acabara con su muerte. No sabía si seguir leyendo o dejarlo en la estantería. Si continuaba, tal vez podría averiguar algunas cosas sobre su futuro —y si fueran malas, quizá podría evitarlas—. Por otro lado, si se deshacía del libro, todo seguiría igual; nada cambiaría.

Se lo pensó unos segundos y tomó una decisión: cogió el libro y lo quemó. Prefería no saber nada. Prefería escribir su propio futuro. Prefería vivir la vida día a día.