III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Prejuicios

Juan Lorente, 15 años

                  Colegio Iale (Valencia)  

    ¡No me lo puedo creer! Otro trabajo perdido. Ya es la cuarta entrevista de hoy y ninguna ha ido bien. Al principio, cuando envío mis datos y mi currículo parecen encantados y esperan ansiosamente tener una entrevista conmigo, pero luego, cuando llego, se llevan una desilusión. Ven mi aspecto, mis ropas, las rastas de mi pelo…, y se sorprenden. “¿Es usted Javier Montañés?” me preguntan siempre. “¿Seguro que usted es el señor Montañés?”. Las entrevistan no duran ni cinco minutos. Parece que por llevar una camiseta de un grupo de Heavy Metal y rastas en el pelo ya debes de ser violento, un ladrón, maleducado… Pues no, todos somos buenas personas hasta que se demuestre lo contrario, igual que ante la Ley: eres inocente hasta que se demuestre lo contrario. Hay que aportar pruebas concluyentes y hechos testados que demuestren que alguien es un asesino o ladrón, o lo que sea... Un juez no condena a una persona por tener cara de asesino. ¿Es que no puedo ser un trabajador honrado? Según algunas empresas, no. No pueden confiarme un empleo, no sea que vaya a robar un sacapuntas.

    Un día logré dos entrevistas en la misma empresa, una diez minutos después de la otra. Di los mismos datos y envié el mismo currículo. A la primera de ellas fui con rastas, vaqueros agujereados, gafas de sol, un piercing y una camiseta de rock and roll. La entrevista duró apenas unos minutos y, como cabía esperar, no me ofrecieron un puesto. Fui al baño, me puse unos pantalones de marca, zapatos elegantes, camisa, corbata, chaqueta, me quité el piercing y las gafas de sol, y me peiné con la raya hacia el lado. La entrevista duró media hora y sí que pasé el proceso de selección, lo que demuestra mi teoría. Yo quiero ser quien soy, ganarme las cosas por quien soy y no aparentar ser otra persona.

    Me han puesto mil excusas. Me han dicho que me llamarán, que hay candidatos mejores, que están buscando a alguien que se adecue mejor al puesto… Pero la mejor excusa de todas es una muy utilizada en los castings de televisión: “no tienes el perfil que estamos buscando”.

    En fin, supongo que lo del atuendo es una cuestión de respeto. Con estas ropas puedo trabajar en una obra, por ejemplo, pero no en una oficina. Un tío como yo no encaja entre un montón de hombres trajeados. Los “chaqueta y corbata” necesitan estar con otros “chaqueta y corbata”, por respeto. Así que tengo dos opciones: trabajo en la obra o me visto de intelectual. Yo creo que uno cobra más y se esfuerza menos en una oficina.

    Sólo me queda aconsejarles que no prejuzguen a la gente sin conocer lo que llevan dentro. No se precipiten… Y ahora les dejo, que debo encontrar un empleo, pues no se vive del aire. Y recordad: las apariencias engañan.