XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Próxima estación 

Ignacio Barbero, 15 años

            Colegio El Prado (Madrid)  

De pequeño viajaba en el metro con mi familia para ir al centro de Madrid, dispuestos a degustar los tradicionales bocadillos de calamares en la Plaza Mayor. Cuando llegaba el día, se renovaba mi ilusión por volver a correr por los túneles y andenes, o por deslizarme por las barandillas mientras los demás bajaban por las escaleras mecánicas.

Todo el mundo sabe que son muchos los músicos que tocan sus melodías por las estaciones y en el interior de los vagones. Una vez que yo viajaba con mi guitarra, uno de esos artistas callejeros se subió en una estación y se sentó a mi lado para comenzar una balada. Entonces saqué la guitarra de mi funda, coloqué la cejilla en el tercer traste y me puse a tocar y a cantar con él. La sensación de ver a los pasajeros que se volvían hacia nosotros fue una experiencia inolvidable.

Después del colegio, me daba un paseo hasta la estación del Cardenal Herrera Oria. Me quedaba fascinado al ver cómo pasaban los trenes por los subterráneos. En mi barrio todavía no había bocas de metro, así que tuve que esperar unos años para cogerlo cerca de donde vivo.

Cuando al fin se inauguró la estación de Mirasierra, me sentía como loco por ver las nuevas instalaciones. De hecho, fui uno de los primeros pasajeros en subirse a un vagón, aunque el viaje fue muy corto: hasta la siguiente estación, ya que los demás tramos no estaban todavía finalizados.

Uno o dos años después, me encontré con la agradable noticia de que la línea había sido nuevamente ampliada, esta vez hasta la Calle Costa Brava, cerca de mi domicilio. Me volvió a entrar el gusanillo y fui a conocerla. Le habían puesto el nombre de «Paco de Lucía», como el genial guitarrista gitano, que fue vecino del barrio. Bajé las escaleras mecánicas, crucé las puertas y contemplé el enorme retrato del algecireño que habían pintado unos artistas contemporáneos en la entrada. Sentí ganas de disfrutar de nuevo de los trenes para atravesar Madrid por debajo de la tierra.

Mis padres ya no me llevan en coche a los sitios donde tengo que ir (al colegio, a los entrenamientos y partidos de fútbol, a los lugares de ocio en los que salgo con mis amigos…), pero tengo el privilegio de utilizar con frecuencia los medios de transporte públicos, sobre todo el Metro de Madrid. Me fascina ver cómo se cierran las puertas y, acto seguido, escuchar por el megáfono: «Próxima estación…».