X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

Querido Barnaby Brocket

María Merello, 16 años

                Colegio Ayalde (Bilbao)  

Querido Barnaby Brocket:

Hace ya unos cuantos meses desde que abandonaste Nueva York y me ayudaste a conseguir mi sueño.

Recuerdo ese día como si fuera ayer: me levanté a las siete de la mañana en aquella repugnante planta menos tres, me duché, desayuné y subí a la planta cero. Parecía el comienzo de una jornada más. Sin embargo, ¿quién podría haberme avisado de que un niño de ocho años se chocaría contra mi plataforma a una altura de cincuenta plantas? Y, ¿cómo hubiera podido imaginarme que conocerte de ese modo me cambiaría la vida?

Te doy las gracias, Barnaby, por ser como eres, por haber ido a la galería de arte de Vicente y haberle hablado de mí. Gracias también por haber cogido una escultura pequeña sin permiso y enseñar mi arte.

He estado pensando en lo ocurrido para llegar a la siguiente conclusión: lo que ha pasado es cosa del destino. Piénsalo, Barnaby: si tus padres no hubiesen tomado aquella cruel decisión de soltarte, nunca hubieses conocido a Ethel y Marjorie. Esto significa que no habrías sabido de la existencia de Vicente si no te hubiesen hablado de él.

Barnaby, ers ese muchacho inocente que me preguntó tímidamente por mi profesión. <<¿Eres limpiacristales?...>> Cómo no lo iba a ser. Estaba en el cubículo, a una altura bastante considerable y rodeado de distintos cepillos, escobillas, rascadores y esponjas. Aun así, con todo el humor del mundo te contesté, <<solo es mi trabajo diurno>>. En ese momento, por mi mueca, supiste que yo algo tramaba. Y acertaste, Barnaby: fuiste capaz de averiguar que yo soñaba con algo más y me empujaste a la fama.

Mi querido descubridor, no cambies jamás. Y qué si no eres como los demás niños. De hecho, ¿de quién puede decirse que es “normal”? Medítalo, Barnaby.

Atentamente, tu amigo,

Joshua Pruitt.