II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Querido estrés

Nuria Díaz, 16 años

                 Colegio Canigó (Barcelona)  

    Suena el despertador; apenas disponemos de tiempo para que se nos peguen las sábanas. Despertamos de golpe bajo la ducha y engullimos el desayuno. Aunque salimos de casa apenas pasadas las siete y media, la calle rebosa actividad. Nos esperan ocho o nueve horas de trabajo, que cada día se nos hacen más largas. Por la tarde nos aguardan las clases de inglés (o de chino, que se está poniendo de moda entre los más previsores), la práctica de piano o guitarra y otras lecciones de música. No olvidemos el ballet y el teatro, las horas de conversación en un idioma extranjero, las artes marciales, los bailes de salón o el “hip-hop” y, por supuesto, las lecciones de matemáticas.

    Tenemos un amplio abanico donde escoger. Para los grandes ejecutivos y empresarias, quedan los gimnasios, las salas de fitness y las piscinas de aqua-gym. A todo esto hay que sumar los viajes a esquiar, el golf, la vela y los partidos de tenis del fin de semana.

    Lo que ya no sabemos sumar tan bien son las horas de luz. Vivimos más ocupados que hace veinte años, pero los días continúan teniendo veinticuatro horas. Eso no nos preocupa, pues hemos oído muchas veces que “con un poco de organización el tiempo da para todo”, y nos apuntamos al tópico. ¡Cómo no vamos a saber organizarnos! Aunque luego lleguen las visitas al psicólogo, los tratamientos anti-estrés y unas facturas que hacen que nos caigamos de espaldas.

    Pero continuemos: hay que llenar currículum a cualquier precio. En el mundo laboral existe un factor llamado competencia, y las listas con nuestros logros y aptitudes deben llenarse desde la más tierna infancia. ¡No vamos a ser menos que el de al lado!

    Solo nos resta ese ratito de conversación familiar durante la cena, afianzar más los lazos con los seres que amamos o favorecer la comunicación con los que nos rodean. Pero eso, claro está, esto no sale en nuestro currículum.