III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Radionovelas

Núria Martínez Labuiga, 14 años

                 Colegio Vilavella (Valencia)  

       Me senté en el metro, como cada mañana, y saqué un libro de la mochila. Lo abrí por donde me había quedado y comencé a leer. En la siguiente parada dos mujeres entraron en y se acomodaron a mi lado. Hablaban de la hija de una de las dos.

       -…Y entonces Alicia se fue hasta Jorge y le dijo: <<Oye, tú, ¿te parece normal lo que me has hecho? ¡No quiero volver a verte en mi vida!>> Y él puso cara de no entender…- contaba una de ellas entusiasmada.

       Traté de concentrarme otra vez en el libro. Busqué entre las líneas la última palabra que había leído, pero aun no había avanzado media página cuando la misma mujer alzó de nuevo la voz:

       -… Y él le dijo: <<Sabes que nunca he querido hacerte daño>>, pero mi hija quería algo más que una disculpa…

       Aquella aguda voz penetraba en mis oídos y me distraía de la lectura. Resoplé y miré a mi alrededor. No parecía ser la única a la que aquella conversación le estaba molestando. Un hombre, un poco más alejado, trataba de leer el periódico; una chica hablaba por teléfono y le resultaba imposible escuchar a su interlocutor… También había una pasajera que escuchaba con atención.

       Situaciones parecidas las he vivido casi a diario desde hace mucho tiempo. Hombres y mujeres que cuentan su vida privada en lugares públicos a grito pelado, como si fuera una radionovela de interés común.

       A la hora de contar algo personal, y en especial si la conversación se refiere a otra persona, debemos cuidar la intimidad, por respeto a nosotros mismos, a la persona de la que hablamos y a las personas que nos rodean. Tener un poco de miramiento no cuesta tanto y es una muestra de saber estar.