XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Recordando a Chanquete 

Juan Andrés Coromina, 16 años 

            Colegio Altair (Sevilla)  

Acabo de terminar, por segunda vez, de ver la serie televisiva “Verano azul”. Es difícil encontrar alguien que no conozca el serial que más veces se ha emitido en Televisión Española, que narra las aventuras de una pandilla de niños durante un verano de la década de los ochenta del pasado siglo, que pasa sus vacaciones en una localidad costera (la malagueña Nerja). Entre los personajes están Chanquete (que se convirtió en una leyenda nacional, al que dio vida Antonio Ferrandis y cuya muerte televisiva conmocionó a toda España); la melancólica Julia (María Garralón), que decide refugiarse en esa localidad de la Costa del Sol para olvidar su doloroso pasado, que apenas deja entrever; Javi (interpretado por un jovencísimo Juanjo Artero), líder del grupo; Pancho (Jose Luis Fernández), el “chico del pueblo” que, a pesar de ser amigo de Javi, mantiene con él un intenso rifirrafe por el amor de Bea (Pilar Torres), la guapa del grupo; Desi (Cristina Torres), la mejor amiga de Bea; Quique (Gerardo Garrido), mejor amigo de Javi y el benjamín, Tito (Miguel Joven), un niño de unos seis años que, junto a su inseparable “El Piraña” (Miguel Ángel Valero) —el gordito del grupo—, busca mil formas de divertirse.

“Verano azul” fue una serie revolucionaria debido a los temas que tocaba en cada uno de sus capítulos (hay que recordar que se estrenó en plena Transición): la autoridad de los padres, la primera libertad de los hijos, el amor adolescente, el peso de la fama, el divorcio, la soledad de una mujer embarazada no casada, el aborto, el cuidado del medioambiente, los tabúes sexuales (que preguntan incesantemente Tito y “el Piraña” a un desesperado Chanquete) y muchos más. De este modo, “Verano azul” logró que los españoles se plantearan en público temas que durante la dictadura fueron impensables.

“Verano azul” muestra una sociedad optimista que despierta de cuarenta años de dictadura. Según vemos, las cosas ya no eran blancas o negras: hasta los niños se manifestaban con libertad, opinión propia, sin renunciar a los valores tradicionales. Unas décadas después, vemos que la televisión solo emite series de humor grueso y facilón, o de violencia, como si con esos ingredientes tan básicos el éxito estuviera asegurado. Por eso echo en falta un valiente que produzca y dirija un nuevo “Verano azul”, que muestre cómo vivimos los jóvenes, cuáles son nuestras preocupaciones, qué nos gusta y nos disgusta…

Cada generación necesita una serie en la que se vea reflejada. Cada generación necesita, también, una serie que le haga asomarse con nostalgia al pasado. Cada generación necesita, mediante el entretenimiento, analizar los problemas de su tiempo. En este sentido, Antonio Mercero supo hacer cómplice de sus argumentos al espectador. Y ya es hora de que alguien le haga el relevo.