II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Recuerdos

Adrián García Lamas, 15 años

                 Colegio San José de Cluny, Santiago de Compostela (La Coruña)  

    El parque estaba desierto. Ella aguardaba allí sola, callada y con la mirada perdida. Sus pasos la sorprendieron. Se dio la vuelta y le saludó.

    Es curioso como los recuerdos vuelven a tu memoria cuando menos te lo esperas. El recuerdo de aquel primer y único amor había sorprendido a Ana en el trabajo. La noche anterior apenas había dormido porque su hijo estaba enfermo. Había llamado a su jefe para pedirle el día libre, pero no se lo había concedido. El sueño le quitaba las ganas de teclear y se había pasado la mañana mirando ensimismada el surtidor de agua, pensando en el pequeño Tomás. Entonces la había asaltado el pasado.

    Él la agarró de la cintura. La besó y le juró amor eterno. Ella, aún adolescente, se rió nerviosa. Él la volvió a besar y, llevándola de la mano, comenzaron a caminar por un sendero.

    Las curvas de la carretera creaban espirales ante sus ojos. El sueño aún seguía abotargando su mente. Su jefe la había mandado a casa antes, porque no estaba haciendo nada. “A no ser que contar las baldosas sea una actividad lucrativa para la empresa”, le había dicho. En el fondo, ella estaba contenta. Podía volver a casa para estar con Tomás. Era su segundo hijo.

    El sendero desembocaba en la alameda que rodea el casco histórico. Los enamorados iban conversando acerca de cosas triviales, porque lo importante se lo contaban las miradas, los silencios, los besos.

    Comenzó a cabecear. La música que sonaba por la radio del coche la adormecía. La carretera comenzaba a desdibujarse. Un nuevo recuerdo surgió de su memoria:

    Las campanas de su pueblo aún repiqueteaban mientras se alejaban. “Recién casados”, ponía el cartel que llevaban colgado del coche. No podía sentirse más feliz. Había encontrado lo que buscaba.

    Pegó un respingo en el asiento. Casi se había salido de la carretera. Se desveló por completo. Continuó su camino con la mirada fija en el camino y la mente de nuevo en el pasado:

    Estaba alimentado a su pequeño cuando el teléfono sonó. Su expresión iba cambiando mientras escuchaba. No podía ser. Su marido y su primogénito. No podía ser. Habían fallecido en un accidente de tráfico. Ella colgó como en un sueño. Tomás se había dormido en sus brazos. Lo dejó en la cuna, salió al exterior y gritó.

    Abrió la puerta. Eran aún las cuatro de la tarde pero su hijo ya estaba dormido. Comprobó si tenía fiebre. Su frente apenas estaba caliente. Cuando alzó la cabeza tras darle un beso en la mejilla, las lágrimas brillaban en sus ojos. Daba gracias por tenerlo a su lado, pero echaba de menos su pasado. Puso un disco de Sinatra en el equipo de música. Cogió una botella de Bourbon y se acostó en el sofá. La casa estaba vacía pero llena de fantasmas pretéritos que no eran más que meros recuerdos.