II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Recuerdos de un diario

Blanca Gaig, 15 años

                  Colegio Canigó, Barcelona   

    Desde la ventana, veía como se ponía el sol. Papel y pluma en mano, deshizo el lazo y empezó a hacerme cosquillas. Me encantaba. Poco a poco, la habitación se fue quedando a oscuras. Encendió una vela. Su respiración, pausada, hacía que la llama se inclinara levemente hacia atrás, como si quisiera echarse y no pudiera. Luego recuperaba su posición original. Entró una mujer vestida de negro y con aspecto desesperado. Dejó una bandeja encima de la mesa camilla. Hizo ademán de hablar, pero calló. De su boca no salió más que un pequeño suspiro antes de marcharse.

    Fuera soplaba el aire, llevándose a su paso ramas y hojas caídas en un intento de vuelo. Él lo observaba, soñador. Siempre le había gustado. Disfrutaba viéndolo e imaginándoselo. Decía que el viento se lo llevaba todo. Aunque también lo devolvía. Recuerdos, palabras. Sentimientos. Poco a poco, la estatura de la vela iba menguando.

    Comenzó a llover sobre mí. Todavía desconozco el motivo. Aun así, el rasgueo de la estilográfica no cesaba. Estaba inspirado. Dejó de mirarme; sonrió. Su barba blanca y sus manos gastadas reflejaban en él el paso del tiempo. Fijó la mirada en la pared, cubierta de madera. Sus enormes ojos, empapados, se desviaron a la puerta. Parecía que estaba esperando algo pero, ¿qué? Volvió a observarme. Buscaba en mí respuestas, que le hablase. No podía, no sabía. Nunca nadie me había enseñado. Volvió la inspiración. Era como si jamás hubiera comido y ahora se estuviese dando un festín.

    Se levantó. Con un gesto impidió que yo viera más, pero no pudo evitar que sintiera. Sabía demasiado, lo conocía. Todo lo llevaba dentro. Noté una ráfaga de aire helado corriendo por mi lado. Sentí frío. La vela se consumió.

    Mi lazo nunca más se volvió a deshacer. Viento, idolatrado viento, ¿qué hiciste con él?

    Nunca te olvidaré.