VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Redes sociales

Belén Meneu, 16 años

                Colegio IALE (Valencia)  

Ya no telefoneamos a nuestros amigos para contarles nuestros problemas; preferimos actualizar nuestro perfil. Nos hemos convertido en una juventud registrada en las redes sociales como Tuenti o Facebook.

Cuando empezó este “boom”, todos me instaban a que me creara una cuenta, pero nunca había sido muy amiga del ordenador y tampoco me gustaba comunicarme con una persona si no era en directo o, al menos, a través del teléfono, esuchándonos la voz, así que no tomé la invitación. Pero conforme pasaban los meses, más y más gente me hablaba de las redes, pero seguía sin encontrarle el atractivo: no me parecía correcto subir mis fotos ni mis datos, ya que era como colgar mi vida en frente de un universo de desconocidos.

Pero el asunto empezó a cambiar, porque mis amigos ya no solo subían sus instantáneas sino aquellas de grupo yo aparecía. Eso ya no estaba tan bien.

Como no me tenían en consideración cuando les pedía que las borraran, opté por crearme una cuenta privada y desde allí decidir cuáles eran las que no me importaba que fuesen expuestas. Al final caí en la red. Y nunca mejor dicho.

Cuando entro en mi página descubro un medio muy flexible, dinámico, con el que puedo expresarme y comunicarme con mis amigos, incluso si se encuentran en el otro lado del globo. Sin embargo, hemos pasado a ser conocidos que, en vez de visitarnos, nos enviamos un breve comentario. Ya no celebramos las fechas importantes con una fiesta, sino que elegimos una simple frase impersonal, vacía.

Posiblemente mantendré mis muchas amistades (o lo que queda de ellas), contemplaré lo que han cambiado aquellos a los que ya había olvidado por el paso de los años. Aunque podré comunicarme con ellos, la confianza habrá desaparecido.

Podemos utilizar las redes como una herramienta de socialización, pero sin que nos limiten, ya que si no los amigos terminaremos separados y los jóvenes nos convertiremos en individuos sedentarios cuya única realidad son el ordenador y las cuatro paredes que lo encierran.