V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Reflexión en el tren

Claudia Falgueras, 15 años

                 Colegio La Vall (Barcelona)  

Son las ocho de la tarde y acabo de terminar mis clases de piano en la escuela 'Victoria de los Ángeles', en San Cugat. Está lloviendo y todo se encuentra oscuro. Acelero el paso para llegar cuanto antes a la estación. El tren ya está allí. Parece como si me estuviera esperando. Bajo las escaleras de dos en dos y me escurro velozmente entre las puertas antes de que se cierren. Me siento en un asiento junto a la ventana. Me dirijo a Barcelona, a la estación de Provenza, para volver a casa.

Me dedico a observar a los pasajeros que suben y bajan en cada estación. Nunca me había distraído de este modo durante el trayecto; la mayor parte de las veces me encierro en el mundo del ipod; otras, cierro los ojos para descansar, sumida en mis pensamientos.

Frente a mi hay un chico de unos veinte años, pelo con rastas y una cazadora negra. Puedo ver el cansancio en su rostro. Los párpados se le van cerrando al compás del vaivén del vagón. Justo detrás, un par de amigas se cuentan alegremente las anécdotas del día. Sus voces destacan más que las demás y es inevitable oír su conversación. A mí izquierda, una mujer lee el periódico mientras toma unos frutos secos para matar el rato antes de llegar a su destino. Imagino que vuelve a casa después de un intenso día de trabajo. Un hombre de traje gris y rostro serio acaba de subir en una estación. Porta un maletín negro y su mirada busca un asiento. Ya instalado, saca su portátil y sigue trabajando, como si siguiera en la oficina. Dos paradas más tarde, una madre sube con sus dos hijas. Las dos niñas llevan el pelo recogido en un moño y sus medias rosas se asoman por debajo del abrigo.

Al observar a los pasajeros me pregunto qué seré de mayor. Algunas veces me lo he planteado, pero nunca le doy mucha importancia. De pequeña aseguraba que de mayor sería mamá. Más adelante me di cuenta de que las cosas no salen por sí solas, que si quiero llegar a ser alguien, tengo que poner desde ahora todo mi empeño por conseguir mis metas.

Mi vida profesional está enfocada a la ingeniería, pero no estoy muy segura. Cuando mi vida se acabe, quiero reconocer que mis objetivos han valido la pena. Dentro de nada estaré en la Universidad y, al cabo de nada, quizás casada, con un trabajo y con hijos.

La vida es corta y hay que aprovechar al máximo cada minuto, porque con el tiempo no hay vuelta atrás.

Queda poco para llegar a mi destino. Doy el última vistazo alrededor y doy las gracias interiormente a esas personas que, sin saberlo, han hecho que mi imaginación echara a volar.

Bajo a la estación. Me siento contenta. Me dirijo a la salida mientras oigo el “beep,beep” que indica la marcha del tren, que sigue su destino.