XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

Regreso al Padre

Natalia Albarracín, 15 años

 Colegio Nuestra Señora del Pilar (Arequipa, Perú) 

—¿Qué quiere de mí? —exclamó Azriel entre sollozos.

No era la primera vez que había soñado con Él. Lo veía vestido con una túnica blanca hasta los pies y le daba la espalda, sin decirle nada.

En medio de la habitación, Azriel abrió los ojos. Otra vez se había despertado sudorosa y una extraña sensación le invadía el pecho.

Él no dejaba de presentarse noche tras noche. Entonces, ella no volvía a conciliar el sueño. Se levantaba de la cama y comenzaba a lanzar voces despavoridas.

—¡Pónganle el desfibrilador!

La electrificaban el pecho una y otra vez mientras oía voces en la cercanía, sin lograr percibir de dónde venían. El sonido agudo de la máquina con las constantes vitales causaba un ambiente de tensión.

Hizo entrada el hombre de la túnica blanca. Por primera vez se dio la vuelta y Azriel logró contemplar su rostro. Tenía una preciosa barba y un largo cabello castaño. A ella le cautivaron sus ojos de profunda mirada, que reflejaban pureza e inocencia.

«Colton Burpo y Akiane Kramarik tenían razón», pensó.

Azriel entrevió una luz que desprendía el cuerpo del hombre, que le hizo un gesto con la mano para que comenzase a caminar detrás de Él. Ella le siguió. Entonces escuchó un coro de ángeles que cantaba y muchas risas de fondo. Y vio muchos animales y el paisaje blanco se tornó colorido. Allí las personas eran todas jóvenes y se las veía felices.

Hicieron un largo recorrido hasta que, de pronto, Él se detuvo y se giró. Con mucha calma y una dosis de misericordia, le dijo:

—Ya estás lista, Azriel. Te necesito a mi lado, hija mía. Ya cumpliste tu misión en la Tierra. Ahora te corresponde venir conmigo.

Ella entendió de pronto los sueños que la habían atenazado y dejó de tener miedo. Le ofreció su fría mano, que se enlazó a la de Él, cálida.

—Yahvé, en ti confío —le dijo con un temblor.