V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Respeto y tolerancia

Olga Nafría Febrer, 15 años

                 Colegio Pineda (Barcelona)  

Hace poco me publicaron una carta al director en un conocido periódico. El día que la vimos impresa, mis tíos y abuelos me llamaron para felicitarme, con lo que me sentí importante. Ahora, cada vez que la veo clavada con una chincheta en el corcho de mi habitación, aumenta mi orgullo. Pero no puedo dejar de pensar en el triste motivo que me llevó a escribirla.

Pocos días antes, en una carta al mismo periódico, un ciudadano había escrito sobre la vida eterna. Aseguraba que no había pruebas de que existiese y que el sentimiento que nos lleva a creer en el más allá es el miedo a la muerte. Me vi obligada a responderle que yo creo en la vida eterna y no tengo miedo a morir. No entiendo del todo la idea de la eternidad, pero sé que Dios me espera y que seré feliz. También argumentaba que no tenemos pruebas tangibles del más allá porque, hasta el momento, nadie ha vuelto del Cielo para contarlo. Para terminar, narré algo que me contaron: había dos amigos, uno creía en la vida eterna y el otro no. El primero le dijo al segundo: “Si no existe una vida después de ésta, los dos perdemos, porque moriremos y no habrá nada. Pero si existe, tú pierdes y yo gano. Así que tú pierdes siempre”.

Así era mi carta. A algunos lectores les gustó y a otros no tanto. Me dejaron un par de comentarios desagradables en la edición digital del periódico. Salta a la vista que no todos piensan como yo, pero sí es cierto que la calle habla de Dios.

Mi carta apareció publicada en medio de muchas otras, la mayoría de las cuales se referían a los polémicos “autobuses ateos”. En realidad, esta campaña no me preocupa demasiado. Como dice mi madre, nadie va a recibir la fe por lo que diga un letrero que ocupa el lugar donde, días atrás, se anunciaba el musical de moda. Por otro lado, la asociación de ateos se contradice al gastar tantos millones para hablar de alguien en quien no creen. Más me molesta la incoherencia de nuestra sociedad, y más en estos días en los que se habla tanto de respeto y tolerancia.

Precisamente por “respeto” se han retirado los crucifijos de las aulas, se ha impedido poner la placa a Santa Maravillas de Jesús en el Congreso, o se ha despojado a la entrañable Navidad por unas más tolerantes fiestas de invierno. Más que por respeto, por imposición contra las creencias de miles y miles de personas.

Uno de los promotores de la campaña de los autobuses asegura que pretende que los ateos sepan que hay más gente que también carece de fe. Pero para apoyar a alguien no es necesario ofender a quienes sí que creemos. Sólo pido respeto y coherencia.