I Edición

Curso 2004 - 2005

Alejandro Quintana

Ruido

Paloma Holguín, 17 años

                 Colegio Montespiño (La Coruña)  

     Me despierto cada día con una alarma horrible que me dice ha salido el sol. Bajo a desayunar y otra alarma me advierte que mi leche está caliente. Salgo a la calle y mientras espero al autobús miles de bocinas se ametrallan. Llego al colegio y el famoso timbre se encarga de avisarme del comienzo o del fin de cada clase. Cuando me subo al autobús de vuelta a casa, un ruido armónico, también llamado música, me ameniza el trayecto. Y así un sinfín de sonidos altisonantes marcan mi día.

     Vivimos entre ruidos, vivimos por los ruidos y para los ruidos. Nos gusta el ritmo, la actividad, las prisas, la gente. Nos gusta la ciudad, pero cuando necesitamos paz huimos de ella porque, ¡resulta tan incómoda! El silencio nos sumerge en nuestros pensamientos, en nuestros problemas, en nuestros fallos, en nuestros sueños e ilusiones. Nos conduce a la esencia de la vida. Y nos ayuda a plantearnos muchas cosas que el ruido consigue acallar.

     El ruido no nos permite conversar, no nos permite conocer al de al lado, reflexionar sobre nuestros defectos y nuestras virtudes. No nos permite tampoco pensar, ni valorar todo lo bueno que nos rodea. Con ruido podemos correr, gritar y bailar, pero no ilusionarnos con el día a día, las pequeñas cosas, los detalles, los gestos…Tampoco nos permite morir de amor por aquel que tenemos a nuestro lado.