VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Segunda oportunidad

Gema Bo, 15 años

                 Colegio Jesús María CEU (Alicante)  

La tarde estaba llegando a su fin. Desde la ventana veía como la oscuridad avanzaba, hasta que aparecieron las primeras estrellas. Se sentía feliz por primera vez en mucho tiempo. Sentía ganas de chillar de contenta, pero en su rostro se leía una profunda calma. Siempre se había considerado una mujer previsible, calculadora. Siempre había pensado que conocía lo que debía hacer en cada situación, cómo actuar ante cualquier adversidad, manteniendo siempre la calma. Pero se daba cuenta de lo equivocada que había estado. Mientras la noche avanzaba, su mente volvió al pasado.

Desde la bruma del recuerdo le llegó la voz desesperada de su madre: “¿seguro que quieres hacerlo?”.

Era joven e inmadura, y no quería cargar con la responsabilidad que acarreaba un hijo. Efectivamente, se había quedado embarazada a los dieciocho años. No tenía planeado que le sucediera tan pronto, nunca antes de casarse. Creía que mantenía una relación sólida con su novio, cuatro años mayor que ella. Ya tenían planes de boda y, con esa excusa, él no había querido esperar. Tras enterarse de que estaba embarazada, Marta se lo dijo a Iván, pero él no quiso hacerse cargo del niño y rompió el noviazgo, por lo que ella, desesperada, decidó abortar. .

Desde la ventana sintió un escalofrío al recordar la horrible sensación que tuvo cuando le arrebataron la vida del hijo que crecía en sus entrañas. Durante los meses siguientes navegó en una depresión profunda, mezcla de vacío interior y una terrible sensación de culpa. Le abandonaron las ganas de vivir.

Un nuevo escalofrío le recorrió la espalda. Al mirar hacia atrás, Marta dio gracias a Dios de haberle ayudado a cambiar. Ahora tenía una nueva oportunidad de traer vida al mundo. Por fin se sentía feliz. Había vuelto a quedarse embarazada, dos años después de aquel terrible aborto. Esta vez era diferente. Había encontrado a un hombre bueno, que le había ayudado a salir del pozo. Ahora ese hombre, cuyo nombre era Carlos, era su marido.

El sonido de la llave en la puerta le despertó de su ensoñación. Esperó a escuchar la voz de su marido gritando un familiar: “¡ya estoy en casa!”. Se acercó a él con una sonrisa en los labios, sujetando la prueba de embarazo con resultado positivo. Se fundieron en un fuerte abrazo.