III Edición
Curso 2006 - 2007
Segundas personas
Sara Mehrgut Palenzuela, 15 años
Colegio Alcazarén (Valladolid)
En la entrada de un restaurante, dos hombres esperan pacientemente.
-Hola Jaime -saluda alegremente Marco.
-Hola Luis, hola Marco –contesta Jaime sin rebelar emoción alguna.
Marco lee los labios a Jaime y sonríe a Luis, su traductor, indicando que ha entendido la respuesta de Jaime, y responde:
-Bueno. ¿Quiere que vayamos pasando a la mesa?
-Si. Tengo poco tiempo disponible para este asunto- responde Jaime mientras abre la puerta y les invita a entrar.
A mitad del almuerzo, Jaime le informa a Marco:
-El asunto de su ascenso es complicado. Mis superiores creen que su incapacidad es un problema irresoluble.
Luis se lo vuelve a traducir a Marco, quien sin gesto de preocupación, garantiza:
-Luis me acompañara en todo momento.
-Bien -asiente Jaime indiferentemente-. De todas las maneras, hay mas gente interesada en el puesto que usted persigue y, aunque lleve más tiempo en esta empresa, se ha decidido que será ascendido quien entregue el mejor informe sobre los movimientos de la compañía, incluyendo las razones por las que piensa que deberiamos elegirlo.
Luis tarda unos minutos en traducir todo a Marco. Después de comprender lo que Jaime acaba de decir, decide.
-Me parece muy bien. ¿Cuando debo entregar dicho informe?
-No se haga tantas ilusiones -Jaime repuso, asombrado-. Hablamos del próximo lunes y dudo que pueda darle tiempo. Sin ninguna intención de herirle, debo manifestar que su desempeño en la empresa me parece mediocre. Pienso que usted no esta a la altura del cargo.
Luis frunce el ceño. Tras dudar un instante, le traduce todo a Marco, que sonríe divertido.
-Gracias Jaime -responde con tranquilidad-. Estoy seguro de que lo que me acabas de decir me va ayudar a superarme. Entregare el trabajo el lunes a primera hora.
Terminaron los postres y se despidieron.
***
Diez años después, Marco ofrece un discurso durante un homenaje de su compañía.
-Os agradezco que hayáis venido. Quiero deciros que Jaime no fue para mi solo un superior, si no un verdadero amigo. Él me animo a superarme y ascender en la empresa. Sin su ayuda, apoyo y confianza, no lo hubiese conseguido. Recuerdo perfectamente sus palabras, que Luis me tradujo en aquel tiempo en el que sufrí de sordera antes de someterme a la operación que me permite oír de nuevo –unos susurros de asentimiento recorrieron la sala-. El caso, amigos míos -prosiguió Marco, elevando la voz-, es que cuando solicite mi primer ascenso, Jaime me dijo en un gesto de generosidad: ``No te hagas tantas ilusiones, porque hay que entregarlo el lunes, aunque estoy seguro de que te esforzaras y te dará tiempo. Debo decirte que eres una persona competente. Aunque necesitas tiempo, pienso que estas a la altura del cargo”. Claro que todo aquello no era cierto. Yo era joven y tenía la cabeza en las nubes. Decididamente, creo que no estaba preparado para el cargo. Pero aun así, Jaime me dio la confianza que yo necesitaba. Gracias a él, me convencí de que estaba preparado para el puesto y lo conseguí. Sin él no estaría hoy aquí ni podría convertirme en el presidente de esta empresa, tal y como ocurrirá mañana. Gracias Jaime.
La asamblea estallo en aplausos.