V Edición
Curso 2008 - 2009
Sergio
Ana Hernández Martínez de la Riva, 15 años
Colegio SEK-Ciudalcampo (Madrid)
Sergio era un niño un tanto matón. Disfrutaba insultando a sus compañeros de mesa, especialmente Mario, porque era gordo y bajo. Le hizo la vida imposible, quitándole los libros, estropeándole los deberes, poniéndole la zancadilla en las clases de baloncesto…
Mario terminó por contar aquel constante abuso a su profesora. Ella le propuso a Sergio un trato:
-Cada vez que hagas daño a alguien o te portes mal, deberás hundir un clavo en este tablón de corcho.
Y así lo hizo. Día a día, Sergio fue poniendo clavos y clavos, llenando el panel de puntitos brillantes que lanzaban destellos al incidir los rayos del sol sobre sus cabezas planas. Al final, abrumado, reconoció que su comportamiento había sido pésimo. Por eso prometió que no volvería a meterse con nadie.
-Muy bien -respondió la profesora-. Ahora, cada vez que ayudes a los demás, irás retirando los clavos que has puesto. Será un símbolo de cómo vas reparando tus faltas.
Quince días después, Sergio había retirado todos los clavos del panel. Se daba cuenta de que había cambiado. Pasó de ser antipático, faltón, un chico que no ayudaba a los demás, a ser una persona buena y amigable.
La profesora, entonces, le hizo un nuevo trato:
-Ahora que eres una persona digna , con buenos amigos, alegre y amable, quiero que observes el tablón en el que clavaste y quitaste esos clavos.
Sergio se quedó mirándolo unos minutos, pensativo.
-¿Qué observas en él?-inquirió, con voz tranquila.
-Veo el corcho y los agujeros que han quedado en él a causa de los clavos.
-Eso es exactamente lo que quería oír. Los agujeros representan que, aunque hayas pedido perdón y reparado tus faltas, el daño que causaste en su momento dejó huella. Por eso, espero que antes de hacer algo malo, pienses en las consecuencias que tienen los actos de los hombres. Me alegro de lo mucho que has progresado y espero que, si alguna vez conoces a alguien que cause daño a los demás, se lo adviertas.