XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Si las tortugas volasen 

Marta Zamora Rey, 15 años

              Colegio Puertapalma (Badajoz)  

Hace poco vimos una película en clase. Antes de que la profesora la pusiera, me rompí la cabeza tratando de encontrarle sentido a su título: “Las tortugas también vuelan”, pero unos minutos después de haber empezado a verla se me olvidó hasta cómo se llamaba. «Es tan terrible que es buena», pensé una vez que hubo terminado.

Para todo aquel que no la haya visto, le recomiendo que le dedique un tiempo. Y para los más sensibles, un aviso: vais a querer dejar de mirar en numerosas ocasiones.

Se trata de una película sin florituras sobre la guerra y las condiciones en las que viven los civiles afectados, centrándose especialmente en la vida de los niños.

Mi reacción inmediata se manifestó en un profundo sentimiento de tristeza por aquellos niños mutilados, sin padres, que trabajaban recogiendo minas. No tenían perspectivas de futuro, vivían al día y ni siquiera esperaban una vida diferente o mejor, porque no conocían otra cosa.

Se habían unido como una familia, y se ayudaban unos a otros. De hecho, a uno de ellos le explota una mina en el pie cuando intenta ayudar a otro, y cuando le llevan junto a los adultos, estos intentan calmarle, convenciéndole de que lo que le ha pasado no es nada. Si allí no es nada que te explote una mina en el pie, aquí nos quejamos por un corte hecho con una hoja de papel. De hecho, todos hablamos de defender nuestros derechos (algo totalmente legítimo), pero no todos luchamos por aquellos que no tienen voz. Eso fue lo que pensé cuando vi a unos niños en edad escolar aprender cómo empuñar un arma y cómo disparar. El maestro de la escuela les pidió que se formaran en ciencias o matemáticas, pero lo más importante en ese momento era saber defenderse.

Me ha marcado un personaje afectado psicológicamente por la guerra, que lleva a cabo alguna que otra acción reprobable. Recuerdo con claridad los comentarios de algunas compañeras indicando que les parecía un hombre malvado y sin escrúpulos, y otras pocas apaciguadoras que trataban de explicarles por qué actuaba de aquella manera. La guerra lleva al personaje al límite, al borde de un precipicio al que finalmente cae, rompiéndose por dentro. Los comentarios de mis amigas me abrieron los ojos: nos creemos con derecho a juzgar a una persona por lo que ha hecho, sin tener en cuenta su situación. ¿No es más deleznable nuestro injusto juicio?

No he podido evitar un pensamiento: si las tortugas voladoras del director, Bahman Ghobadi, llevaran su mensaje a más personas, la guerra podría convertirse en un horror del pasado. Para lograrlo tenemos que abrir los ojos a la realidad en vez de encerrarnos en nuestra burbuja.