II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Si quieres, puedes

Mercè Raventos , 14 años

                  Colegio Canigó, Barcelona  

    8:30 de la mañana de un lunes que parece interminable. Eso es lo que piensa Pilar mientras levanta de la cama a su hermana Marta.

    -¡Arriba, cariño! -le dice amablemente con una caricia.

    Marta intenta sonreír. Prueba una y otra vez, pero no lo consigue.

    <<No importa. Ya aprenderé...>>, piensa resignada.

    Pilar hace grandes esfuerzos para coger a Marta en brazos y se la lleva al baño. Entonces la asea, la peina y le echa un poco de esa colonia de bebé que, aunque sea de bebé, siempre le ha parecido que huele mejor que cualquier perfume caro.

    Y ahora a la cocina. Pilar le coloca el babero y le da los potitos. Luego le lava los dientes y se marchan. Marta aprende cada día algo nuevo hasta la hora de comer; entonces regresa Pilar y se la lleva a casa para darle la sopa y el puré. Cuando terminan el almuerzo vuelven en seguida a marcharse, no vaya a ser que lleguen tarde..., y a las 5:00...: ¡llegó la hora!

    Marta ve a Pilar entrando por la puerta para recogerla. Está muy ansiosa, pues sabe que hoy la llevará al parque de las aves y eso le hace mucha ilusión.

    Cuando llegan al parque encuentran ahí toda clase de pájaros. Marta se queda asombrada de cómo los loros imitan la voz de Pilar. Si ella pudiera... Si le enseñaran a... Pilar percibe en su mirada ese sentimiento de deseo por algo que parece tan lejano, pero a la vez tan fácil para otros. Si ella pudiera... Si hubiera alguna forma...

    <<No creo que sea posible>>, piensa Pilar.

    <<Todo es posible..., y yo puedo hacerlo>>, piensa Marta.

    Por un momento se cruzan las miradas y una lágrima resbala por la mejilla de Marta. Pilar abraza a su hermana. Desde hace tres años están muy unidas, y se quieren tanto... Pero no quieren recordar lo que pasó. Fue terrible.

    Aquella tarde de otoño en la que llovía tanto, Marta llevaba en coche a sus padres. Acababan de concederle el permiso de conducir e iban a celebrarlo a casa de Pilar cuando, en cuestión de segundos... ¡Cuidado! ¡No! ¡Crash!

    Todo estaba oscuro y borroso en los ojos de Marta. Le dolía el cuerpo entero y no se notaba las extremidades. Cerró los ojos y despertó en el hospital. La primera cara que vio fue la de su hermana gemela, Pilar. Le contó, lo más delicadamente que pudo, que sus padres habían muerto y que ella estaba hemipléjica de la parte derecha del cuerpo y que, por tanto, no podría ni andar, ni hablar, ni reír ni, por supuesto, conducir.

    Pilar no quiere recordar lo sucedido y en ese momento se promete a sí misma que hará todo lo que esté en su mano para hacer feliz a su hermana.

    Pasado un año Marta se aguanta de pie, al menos unos segundos, con la ayuda de dos muletas. Ha aprendido ya ha decir “gracias” y “te quiero mucho”. Se lo repite diariamente a Pilar.

    Pasan cinco años más y Marta habla, camina, trabaja, lee, escribe, ríe, conduce... Piensa que estará eternamente agradecida a Pilar y se desvive por ella. Son inseparables.