XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

Silencio

Esperanza Torres, 18 años

Colegio Grazalema (El Puerto de Santamaría) 

Se ha convertido en una especie de terapia para mí: por las tardes, cuando va a ponerse el sol, salgo de casa y me dirijo a la playa. No me llevo los auriculares, ni siquiera el móvil. Nada que pueda distraerme de la experiencia. Y camino pausadamente por la pasarela de madera que flanquea la playa, sintiendo la brisa y el calor del sol, escuchando el crujir de la madera bajo mis pies, el rumor del mar y… el silencio.

El silencio es esencial para el equilibrio del ser humano y, sin embargo, está desvalorizado. Vivimos rodeados de ruido: la radio por la mañana, el tráfico, la televisión, la música… De tal forma nos hemos acostumbrado al ruido que, en muchas ocasiones, somos incapaces de detenernos a disfrutar del silencio, incluso de la soledad, y reflexionar.

Quizá la posibilidad de encontrarnos inmersos en el silencio, cara a cara con nuestros pensamientos, nos infunda temor. Quizá porque el silencio nos lleva a la introspección, a conocernos mejor y a reflexionar sobre nuestros sentimientos y emociones, sobre lo bueno y lo menos bueno de nuestra persona, y eso nos da miedo porque no creemos estar preparados para ello. No obstante, del silencio nacen la inspiración y la creatividad y es también el silencio el que nos permite conocernos a nosotros mismos, meditar y despojarnos de lo superficial.

«Los ríos más profundos son siempre los más silenciosos», afirmó el historiador romano Quinto Curcio Rufo. Por tanto, preguntémonos cuándo fue la última vez que escuchamos con atención el silencio.