VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Silencio

Fernando Vílchez, 16 años

                  Colegio Altocastillo (Jaén)  

El inspector Carlos Villén examinó el cadáver con parsimonia. Como miembro del cuerpo de narcóticos, raro era el día en que no tenía que enfrentarse con un homicidio.

En aquella ocasión, la víctima era un conocido camello de los barrios bajos. Su compañero, el inspector Rellán, le había disparado tres tiros en el pecho cuando procedía a detenerle. El motivo que alegó: defensa propia. Sin embargo, para Villén las cosas no estaban tan claras: aquel camello era una pieza importante de un caso que llevaba investigando desde hacía cuatro meses. Sus posibilidades de resolverlo habían disminuido considerablemente. Por tanto, no dudó examinar la escena del crimen.

La víctima llevaba una revolver en la mano. Al parecer, no le dio tiempo a disparar. Entre sus posesiones encontraron unos cuantos gramos de cocaína.

-¿Sólo estos gramos de “nieve” y nada de dinero? -le preguntó al oficial que había registrado el cuerpo.

-Sólo eso, inspector.

Villén volvió a acercarse al cadáver. Esa vez hubo algo que le extraño. Demasiada pólvora alrededor de las heridas. Eso sólo podía indicar una cosa: los disparos habían sido a quemarropa.

-¡Villén!

Era Jaime Olmo, el jefe de narcóticos, su superior.

-Tengo que hablar con usted.

Los dos se dirigieron hacia el callejón, donde pudieron hablar a solas.

-Tengo una teoría sobre lo que ha pasado hoy aquí.

-Cuéntamela, Villén.

-Según el informe de Rellán, él iba a proceder a la detención de la víctima, pero... ¿Por qué motivo? El único que tenía derecho a proceder a su detención era mi equipo; estábamos al cargo del caso del cártel de la droga.

-Puede ser que Rellán lo desconociera

-Rellán debía de saberlo, es uno de los peces gordos del departamento, con una gran influencia entre los chicos. Pero, aún así, el dice que el camello sacó el arma e intentó dispararle, por lo que él reaccionó en defensa propia.

-¿Y?...

-Los disparos fueron realizados a bocajarro. Además, un camello tan importante no podía llevar tan poca cantidad de coca sin nada de dinero.

-Villén...

-Entorpeció mi investigación a sabiendas, jefe. Supongo que estará metido en el cártel.

-!Villén!

El inspector se quedó callado.

-Estás enfadado, y lo entiendo. Te acaban de arrebatar el único elemento que tenías para agarrarte al caso. Por eso te imaginas esas cosas.

Villén no se molestó en contestar; ya sabía qué rumbo iba a tomar la conversación.

-¿Por qué no te tomas unas vacaciones? Pagadas, por supuesto.

Permaneció mirando al suelo.

-Así me gusta -le dio una palmadita en la espalda y volvió a salir a la calle, dejando a Villén solo en aquel callejón de mala muerte.

El inspector, como siempre había hecho, permaneció en silencio. No obstante, durante sus más de diez años en el cuerpo había sido impasible ante las decisiones de sus superiores. Estaba harto. Si algún policía quería hacerse un héroe deteniendo a capos de la droga, sólo tendría que entrar en comisaría y convencer a unos pocos. La placa daba autoridad, pero no deberían tener derecho a hacer lo que quisieran.

Salió del callejón. Un miembro de su equipo estaba ultimando el informe. Villén se lo quitó de las manos.

- Jefe...

- Hay un error en el informe

Tras escribir unas palabras, cogió su coche y se marchó de la escena del crimen. Sonrió. Su carrera policial había acabado. Tal vez pudiera empapelar a Rellán, pero no a su superior. Lo echarían del cuerpo por la puerta de atrás. Daba igual. Cuando alguien se encuentra en una pocilga, no importa como salga, sino que salga para no seguir oliendo aquella peste.

Mientras tanto, el agente leía el informe. Su expresión cambió completamente cuando observó como la expresión "defensa propia" había sido tachada y sustituida por "asesinato en primer grado".