XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Sin culpables 

Yitong Pan, 17 años 

Colegio IALE (Valencia) 

Si afirmo que sufro más que la mayoría de mis amigos durante esta larga pandemia, no estoy exagerando ni, mucho menos, mintiendo. No es fácil haber nacido en China, vivir en España y escuchar, una y otra vez, que el coronavirus ha sido un “invento” de mi país, que los chinos somos culpables de haberlo creado, responsables de su transmisión por todo el globo y que, en su día, decidimos ocultar los terribles datos de su contagio y letalidad.

No soy científica sino una adolescente que se encuentra en sus últimos años de colegio, pero nunca diré que “los chinos” somos culpables del fenómeno sanitario más devastador desde la gripe de 1918, porque no se puede acusar alegremente a toda una nación de un suceso indeseable del que también somos víctimas.

2020 va a quedar grabado en negro sobre el muro de la Historia. Nadie habría deseado para el mundo todo este dolor. Es bueno recordar que los chinos, cuando comenzó el desastre, estábamos disfrutando de la llegada de nuestro año nuevo, y que no habíamos previsto semejante calamidad. 

La pesadilla empezó el 7 de enero, cuando las autoridades chinas identificaron al agente causante de aquel brote, un nuevo tipo de virus de la familia del coronavirus. Para frenar la expansión, el gobierno declaró el estado de alarma y obligó al confinamiento de medio país. Pese a todo, la enfermedad se extendió. 

La población tailandesa fue la segunda gran víctima, y una semana más tarde se empezaron a registrar distintos casos por el resto del globo. Lo que había comenzado como una extraña enfermedad respiratoria en una ciudad de China, se había transformado en una pandemia mundial. A partir de ese momento el mundo comenzó una lucha incesante contra el virus a través de la mayor cuarentena de la Historia. Hasta el momento, además de los contagiados y de los fallecidos, millones de personas se han quedado en paro. 

Pero siempre hay quien es capaz de vivir con esperanza en medio de las dificultades. En India, por ejemplo, unos padres de gemelos pusieron a sus recién nacidos los nombres Covid y Corona, con la intención de conjurar con su gesto el fin de la propagación del virus. En el Chinese Park de Dubái, colocaron osos panda de peluche en las mesas, para garantizar la distancia de seguridad entre los comensales. Y se han celebrado bodas y cumpleaños online, para evitar las concentraciones de invitados por todo el mundo. 

Este tipo de actitudes nos ayudan a vivir en positivo, independientemente de la adversidad a la que nos enfrentemos, y a llevar el poder de la alegría a quienes nos rodean. Por eso resulta necesario decir que, frente a esta tragedia mundial de la que todos, sin excepción, somos víctimas, no debemos echar más leña al fuego culpando a unos y a otros sino, más bien, salir adelante, toda la humanidad de la mano, en homenaje a las personas que por sanarnos han entregado su vida.