XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Soldados de azúcar 

Marta Zamora Rey, 15 años

              Colegio Puertapalma (Badajoz)  

«Todas visten igual», pensé. «Y todas caminan igual», añadí mentalmente. «Pero no todas son iguales».

Las veía avanzar, ordenadamente, una detrás de otra, como pequeños soldados. Les puse nombre: Lidia, Bob (sí, definitivamente, aquella se llamaba Bob), Adolfo (como Bécquer, pero en vez de poeta, insecto), Lucía, que era la hermana de Bob… Todas ellas se hallaban en una misión de máxima importancia: recoger el azúcar que había sobre la encimera de mi cocina.

«Solo irán las mejores», habría dicho su coronel. «La superficie es peligrosa, y el equipo del capitán Glúcido es el único preparado para la tarea». Y allá que iban ellas, las más rápidas, las más coordinadas, las más disciplinadas… Bob —nombre secreto de Glúcido— las lideró hasta el punto clave y se dispersaron para cubrir la zona.

Lucía escaló una montaña de azúcar, arrancándole pedazos de un lado y otro, mientras las demás recogían lo que encontraban más a mano. Y, ¡sorpresa!...: Ninguna había previsto el derrumbamiento que se produjo, ni que Lucía acabase sepultada. Derramó Glúcido lágrimas saladas por su hermana, pues no eran capaces de retirar tanto azúcar para liberarla. Lloraron también las compañeras por la pérdida, tanto que consiguieron deshacer parte del montón, y salió Lucía de él, cargando orgullosa su dulce premio.

Así terminó la misión del grupo de Glúcido, que contento porque les había ido tan bien, volvió a dirigirlas, marchando, hasta el diminuto agujero en la pared de la cocina por el que habían salido.

Yo me quedaré esperando su próxima visita, en la que de nuevo les dejaré algo para comer. Así me entretengo las tardes lluviosas del otoño.