XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Sonrisas y extintores 

Glòria Pujol, 15 años

Colegio La Vall (Barcelona)

En las estaciones de tren hay hasta tres extintores por andén. Pero no me di cuenta hasta hace unos días.

Volvía de un encuentro con amigas. Comprobé en el tablón de horarios que aún quedaban quince minutos para que llegara mi tren, pues acababa de perder el último. Como no llevaba nada para entretenerme empecé a observar alrededor, al tiempo que pensaba en mis cosas. Entonces me topé con uno de esos extintores ante mis narices. Y fue entonces cuando lo entendí. 

Entendí que cada persona es única, y que por ir por la vida prendida al móvil, a la música o a un libro –no he dicho que aprovecho mis desplazamientos en tren para leer– no me doy cuenta de las personas con las que comparto el vagón, de igual modo que no había percibido los extintores. Cada pasajero tiene su historia, sus victorias y derrotas, su familia, sus alegrías y sus dolores. Y puede que a muchos de ellos les alegre recibir una mirada amable, una sonrisa.

Si pensáramos en la gente que nos rodea, lanzáramos alguna sonrisa por la calle, en el autobús, en el metro, en el colegio o en el trabajo, sobre todo a aquellos con los que no tenemos afinidad, haríamos el día más llevadero a los demás. ¿Acaso no vale la pena alegrar los corazones ajenos a tan bajo precio? 

A la mañana siguiente les pregunté a mis amigas si sabían que había tres extintores en cada andén. Me dijeron al unísono que nunca habían reparado en ello. De aquí mi reflexión gracias a los extintores (a los que, pobrecillos, ignoramos) y al tren que afortunadamente perdí.