III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Sucedió un sábado

María de las Peñas, 15 años

                  Colegio Alcazarén (Valladolid)  

    Otro sábado más conseguimos entrar en la discoteca, engañando al vigilante con unos DNI falsos, que dicen que tenemos dieciséis años. Nos acercamos a la barra, pedimos un refresco y la camarera nos miró con desasosiego.

    -La policía está en el local.

    Sin pensarlo dos veces, nos dirigimos al cuarto de baño para escondernos. Pero no tardaron en aporrear la puerta. Un policía nos mostró su placa.

    -Identifíquense.

    Al darse cuenta de que éramos menores, nos preguntó qué edad teníamos realmente. Oí como alguien me susurró al oído:

    -¡Di dieciséis!

    Estaba indecisa. Tras reflexionar unos instantes, contesté que tenía dieciséis años.

    Como era de esperar, el agente me advirtió que era mejor que no mintiésemos, pues iba a comprobar todo lo que le contásemos. Resignada, le confesé mi edad y así también lo hicieron mis amigas. A continuación, nos pidió que le acompañásemos, se detuvo en la entrada del local, donde le esperaba otro policía, y comenzó a pedirnos nuestros datos personales: DNI, fecha de nacimiento, domicilio, nombre de nuestros padres... Pensamos que nos multarían o que nos llevarían a comisaría.

    Al ver nuestros atemorizados rostros y tras comprobar nuestros datos, nos tranquilizaron informándonos que la sanción recaería sobre el establecimiento.

    -¿Cuánto tendrán que pagar? – preguntamos.

    -Por tres menores, unos seiscientos euros.

    Mientras nos respondía, sentíamos como cuchillos la mirada del celador de la discoteca, que sabía que, por nuestra culpa, recibiría una fuerte reprimenda. Me sentí muy mal.

    ¿Por qué nunca pensamos que nuestros actos tienen una repercusión en los demás?