XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

The end 

Sergio Pernas, 18 años

                  Colegio Munabe (Vizcaya)  

Juanjo era un chaval, cuanto menos, excéntrico. Sufría una de las peores enfermedades: la E.N.D. o Enfermedad del No Desenlace, un tragicómico mal por el cual no podía encontrar el final a nada en su vida.

Todo empezó nada más comenzar a existir: el embarazo de su madre se prolongó tanto que, después de diez meses, tuvieron que practicarle una cesárea. Juanjo nunca se acababa los biberones, nunca llegó a ponerse de pie del todo (andaba encorvado) y dejaba las frases sin terminar, como queriendo sumir en la intriga a sus interlocutores:

—Hola, ¿qué tal el…

—¿El qué? —le preguntaban sus amigos.

—Ya sabes, el… —respondía.

Por cierto, nuestro personaje no se llamaba Juanjo, se llamaba Juan José. Pero, en fin…

Llegó a la adolescencia preguntándose cuestiones como si algún día llegaría a morir o si sería capaz de —en algún momento— conocer algún sitio nuevo. Porque una vez quiso encontrar el final de su calle y, al ser redonda la tierra, acabó en el mismo lugar en donde había empezado su paseo, pero más flaco, con barba: en el colmo del absurdo, su calle daba la vuelta al mundo. También quiso leer un libro, y de entre todos los que había en la biblioteca escogió “La Historia Interminable”.

Su primer teléfono móvil, que no se le estropeó nunca, solo tenía la función de bucle a la hora de poner la música e, irónicamente, la única canción que tenía descargada era “The end”, de The Doors. Nunca tuvo novia porque nunca terminó de cuajar ninguna de sus relaciones. Hasta se intentó suicidar, pero no fue capaz de ver la luz al final del túnel. Qué ironía que el querer acabar cualquier cosa le causara un sufrimiento al que no veía fin.

A sus dieciocho años, aun con granos y la voz aguda, decidió a participar en un proyecto escolar llamado «Eminencia Literaria». Creyó que con él podría despejarse al focalizar su energía en otra cosa. Huelga decir que no fue capaz de acabar ningún relato hasta el día que se decidió a escribir su propia historia. Dicen que se sentó un domingo frente a la pantalla del ordenador, mientras escuchaba la ya mencionada canción. Y comenzó a escribir… Entonces, por primera vez en su vida, sintió que iba a ser capaz de acabar algo, pues se le ocurrió un final especial, original, único y sorprendente. Aquel final decía: Fin.