III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Tierra esperanza

Paula Herrera

                 Colegio Canigó, Barcelona  

       Faltaban unas pocas millas. Unas pocas nada más. Nuestras caras, la de todos, relucían en la oscuridad a causa del miedo y la esperanza. Una niñita lloraba, pero nadie parecía darse cuenta de ello. Me acerqué a ella a duras penas, apartando a la gente como si fueran mortajas. Le acaricié el pelo, sucio y revuelto. Olía a sal. Observé a mis compañeros, agotado, casi con indiferencia. Todos habían dejado a su familia en tierra. Yo era el único afortunado que iba por mí mismo, sólo por mi futuro. Nadie se movía. Tan sólo el vaivén de las olas me mantenía dentro del estrecho marco de la realidad. Nadie se atrevía a preguntar nada. La misma pregunta, la misma respuesta. ¿Qué pasará? O todo o nada.

       Una sombra pasó por debajo de la chalupa. ¿Sería un tiburón? No me volví para confirmarlo. Tragué saliva, pero me supo a sangre. Pestañeé, aturdido. Otra sombra delante de nosotros… ¿Me estaba volviendo loco? Entrecerré los ojos hasta que casi dejé de ver. Ninguno de mis compañeros parecía haberse dado cuenta.

       -¿Tierra?

       No obtuve respuesta. Amanecía. Una playa se abría ante nuestros ojos. Nacían nuevas vidas. Lo habíamos conseguido.