VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Tierra trágame

Raquel Hernández Durán

                 Colegio Fuenllana (Madrid)  

Se quedó un tanto extrañada; no sabía que hacer. Entonces se colocó de nuevo delante de ella y le hizo un gesto con la mano. La joven se deshizo de los cascos del MP3 y le miró de soslayo.

Era un chico joven, de poco más de veinte años, con unas patillas largas que no acababan, sino que se unían hasta formar una barba. Tenía el cabello moreno y los ojos marrones avellana.

-Me llama la atención tu camiseta -le comentó con un acento que debía de ser andaluz.

-Ah, no sé -contestó ella, observando el estampado con los nombres de grupos musicales.

-Pocas chicas escuchan esa música.

-Pues seré rara-finalizó.

La joven se montó en el metro y dejó atrás el andén, pero él entró detrás de ella y se sentó en el asiento contiguo. Continuó hablando de sus amigos y de los garitos que frecuentaba. Ella no sabía qué hacer ni dónde meterse. En ese momento pensó: “tierra trágame...”. El muchacho se acercó más a ella.

-¿Cuántos años crees que tengo?- inquirió.

-Unos veinte -le contestó la chica.

-Has acertado -afirmó-. Veintidós.

-Ah -soltó con tono cansino.

Hubo un silencio y el móvil de la muchacha comenzó a sonar. Pensó que era su salvación, pero cuando fue a descolgar, se acabó la llamada y quiso tirarse de los pelos.

-Me gustaría llevarte a algún sitio-continuó el joven.

“Que chico más pesado”, pensó para sus adentros.

-A mi no me gustaría ir contigo -repuso con brusquedad.

Él se le acercó todavía más.

-Te encantaría -insistió-, de veras.

-Que no.

-Mira, soy un militar, seguro que eso te gusta. Bueno, yo te doy mi móvil -comenzó a dictárselo y ella lo cogió por no hacerle el feo.

-Olvídame, chaval -dijo más arisca aún.

El chico se levantó y se bajó del vagón; era su parada, frente al cuartel militar.

La joven se quedó aliviada y suspiró hondo.

Pasados quince minutos, se bajó del metro. Su padre le esperaba con el coche en marcha. No le dijo nada de lo que había pasado, lo mantuvo en secreto.

Al día siguiente se lo contó todo a sus amigas y durante toda la semana surgió el tema una y otra vez, pero pronto el recuerdo de aquel extraño fue desapareciendo hasta perderse en la nada. Un día estuvo tentada de llamarle, pero la idea se le borró enseguida de la cabeza.