XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

Todo por una manzana

Belén Ternero, 15 años

Colegio Entreolivos (Sevilla)


Del manzano de la casa de Andrés, un niño, cayó al césped una manzana roja. El viento sopló y pasó sobre ella, que se mantuvo indiferente a las hebras de pasto que la rodeaban. Dio la casualidad de que por ahí pasaba un ciclista, el muchacho que en aquel pueblo entregaba los periódicos. También la señora López, quien a pesar de su avanzada edad había salido a pasear con un perro grande de amenazante mandíbula.

Un aspersor al otro lado de la calle continuaba su labor pero sin mucho tino, ya que el agua se evaporaba en cuanto llegaba a la tierra. El abrasivo calor de aquel otoño era difícil de combatir.

En la casa de los Gómez una radio emitía las noticias a un altísimo volumen. En aquel momento se escuchó a través de las ventanas abiertas:

«Última hora: el Ministerio de Sanidad acaba de lanzar una alerta acerca de un virus desconocido, potencialmente dañino para los humanos, que portan las manzanas rojas. Se recomienda abstenerse de su consumo hasta que se ofrezcan datos concluyentes».

Andrés, viendo la manzana caída en su jardín y preocupado por la noticia que acababa de escuchar, miró al viejo manzano y le pareció que estaba enfermo. Así que no dudo en coger impulso y patear el fruto caído tan lejos como pudo, sin advertir la presencia del repartidor de periódicos, que abstraído en su trabajo, ignoró al niño y al proyectil que volaba hacia él.

La manzana impactó en su cara, tirándolo del sillín. Aterrizó sobre la cabeza y quedó inconsciente. No obstante, la bicicleta siguió su camino hacia el aspersor a velocidad suficiente como para hacer saltar la boquilla, con tan mala suerte que aquella pieza metálica terminó impactando sobre la cabeza de la anciana, derribándola al instante.

El perro, confundido por el caos de la situación, dio unas vueltas sobre sí mismo, hasta que vio al pequeño Andrés, que huía a la carrera del desastre que su acción había causado. Después de soltar un ladrido, lo persiguió y al alcanzarlo lo tumbó en el suelo y le mordió el brazo, arrancándole un aullido de dolor. Fue entonces cuando otra manzana, esta vez podrida, cayó del árbol sobre los lomos del perro, que por un momento se distrajo.

Aquella misma tarde, se escuchó en la radio, a través de la ventana de los Gómez, la noticia del triple accidente en la calle Urbión. Lo que nadie supo es que la tragedia había ocurrido por una simple manzana.