XXI Edición
Curso 2024 - 2025
Un ángel
Adriana del Río, 15 años
Colegio Altozano (Alicante)
El 10 de noviembre de 2025, Elena se despertó a la misma hora de todos los días. Ella no sabía que la estaba viendo, porque no sabía que existen seres como yo.
Siguió su rutina habitual: levantarse, abrir la ventana, ir al baño a lavarse la cara, hacer su cama, desayunar, vestirse e irse a trabajar. Yo también seguí mi rutina de todos los días: observar a su alrededor para mantenerla a salvo. Esa era mi misión: protegerla, pues soy su ángel de la guarda. Hacía treinta años que me encomendaron la misión de resguardar sus pasos.
Era una trabajadora inagotable, lo que me hacía vivir con la lengua fuera. Desde pequeña había sido muy activa y le encantaban los números. Por eso había encontrado un empleo como contable de una empresa multinacional que distribuye, a todos los lugares del mundo, máquinas de aire acondicionado. Sí, aire acondicionado. Para Elena eso era lo de menos. Se contentaba con llevar las cuentas junto a sus compañeros Amelia y Roberto.
Al mediodía quedaba con su madre para comer. Charlaban un rato, se ponían al día… hasta que la jornada laboral le obligaba a regresar a su puesto. Entonces se encontraba con cuatro horas más para contar y contar números y más números. A las siete se levantaba para volver a su casa.
Por aquel entonces Elena se había enganchado a una serie que emitía Netflix. No me acuerdo del título. Ella se reía a carcajadas en cada capítulo. Solía ver la serie, después cenaba salmón al horno con un revuelto de verduras y, al concluir el postre, se iba a la cama.
Así acabó aquel 10 de noviembre de 2025, uno de los muchos días de Elena. El 10 de noviembre de 2075, fue el primero que no tuve que protegerla, pues falleció a causa de la edad.
Lo bueno es que ahora, además de comer con su madre, desayuna conmigo. Me conoció en cuanto llegó al Cielo. Le caí muy simpático y me está agradecidísima por haberla cuidado durante tanto tiempo. Pero soy yo quien le da las gracias, por compartir su maravillosa vida conmigo.
–¿Gabriel?
¡Ah! Tengo que dejarles… Ya está aquí.
–¡Voy! ¿Qué quieres desayunar?