XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Un misterio en
la cocina 

Adriana Illueca, 15 años

Colegio IALE (Valencia)

Sucedió una mañana de noviembre de 1950, en un edificio de viviendas en la pedanía valenciana Horno de Alcedo. Los vecinos se despertaron a causa de los gritos que daba doña Manolita desde el segundo piso:

–¡Socorro!... ¡Se escucha a un niño en mi cocina! ¡A un niño en mi cocina!...

María Teresa pensó que la buena mujer había enloquecido. Bajó las escaleras a todo correr, con la cara lavada y rulos en el pelo, para atenderla.

–Pero, ¿qué pasa, Manolita? ¿Qué dice que escucha qué?... –preguntó alarmada al pasar a la cocina de su vecina.

Pero doña Manolita, con la cara pálida, no articulaba palabra sino que señalaba un hornillo de donde procedían las voces.

Apareció de pronto el hijo de María Teresa, Juanito, que tenía siete años y de la misma saludó a lo que pudiera haber dentro del horno:

–Hola, ¿cómo te llamas?

–Pascual –escucharon los tres.

Fue entonces cuando Doña Manolita decidió llamar a la policía.

Durante esa semana el edificio fue objeto de una investigación. Y la noticia llegó a tener a toda la pedanía atemorizada. Mientras, el equipo de investigación acusó a doña Manolita de provocar esos sonidos, argumentando su habilidad como ventrílocua. Pero con el tiempo esta consiguió demostrar su inocencia. El 9 de diciembre, la voz inocente del pequeño Pascual volvió a hablar, y esta vez en presencia de todo el equipo municipal.

La familia de doña Manolita no pudo soportar la presión y decidieron marcharse del edificio. Fueron sus vecinos (la familia de María Teresa) los que se mudaron a esa misteriosa vivienda, ya que la suya les resultaba pequeña y doña Manolita, desesperada por venderla, se la quiso dejar a muy bien precio. A cambio tuvieron que seguir escuchando la misteriosa voz.


Con el tiempo Pascual y Juan se hicieron muy amigos. Pero un día llegó el cartero con una orden judicial que trataba de acabar con esa amistad. La orden obligaba a desalojar el edificio a todos los vecinos, pues iba a ser derrumbado unos días más tarde.

La mañana que llegaron los encargados del derrumbe, María Teresa y los suyos desmontaron los muebles y desenchufaron los electrodomésticos. Pero dejaron que fueron los hombres que enviaba el juzgado quienes sacaran el hornillo. Estos nunca se podrían haber imaginado lo que sucedió.

–¡Un pájaro! –exclamó, alarmado, uno de ellos.

Era un loro. Un loro que se había colado en la vivienda cuando doña Manolita decidió dejar las ventas abiertas para ventilar mientras bajaba a por el pan. Aquella ave llevaba semanas atrapada tras el hornillo, alimentándose de restos de comida e hidratándose del agujero que había abierto con su afilado pico en una tubería.

Después de que María Teresa y su marido se pelearan con las autoridades, Juanito consiguió llevárselo a su nueva residencia, pues no podía permitir que Pascual acabara en el zoo.