X Edición
Curso 2013 - 2014
Un par de monedas
Pilar Cano, 14 años
Colegio La Vall (Barcelona)
La directora del internado las guiaba por los pasillos. Iban a pasar allí aquel curso. Tenían quince años y se habían conocido en el portal de entrada del edificio. Por detrás de las pisadas de aquella mujer intercambiaron miradas de asombro ante la majestuosidad de su nuevo colegio. La directora las condujo hasta la puerta del que iba a ser su dormitorio. Allí les recibió una chica con el pelo rojo y despeinado.
Se presentaron. La pelirroja se llamaba Amanda. Las recién llegadas Diana –más pequeña de estatura que la otra – y Raquel. Desde entonces se forjó una leal amistad entre las tres. Algunas noches, tumbadas en la cama, imaginaban en voz alta lo que las depararía el futuro. Una lanzaba una propuesta y las otras la completaban. Una noche, en la que el sueño no podía con ellas, iniciaron su juego.
Amanda comenzó ambientándolas en un viaje por Italia. Disfrutarían de las más bonitas ciudades de aquel país. En un restaurante, y mientras degustaran sus platos, llegaría a sus oídos una melodía de guitarra y la voz de un hombre. Raquel añadió que cantaría apoyado en el alfeizar de la ventana de una casa de marineros, pues el viaje las habría llevado hasta la costa de Capri. Cuando terminaran la comida, le dejarían unas monedas al músico. Él las miraría con una sonrisa de gratitud y dejaría de cantar.
Raquel y Diana quedaron extrañadas por la última afirmación de su amiga. Amanda les aclaró que el hombre les ofrecería su guitarra. Cantarían juntas las tres y los turistas se acercarían a escucharlas. Amanda fantaseó con que, más tarde, les ofrecerían una beca en una universidad. Sus amigas no creían que les pudiera pasar aquello. Pero Amanda afirmó que nada es imposible.
***
Nueve años después unas veinteañeras se sentaron en la terraza de un restaurante. Llevaban una semana en Capri. Habían visitado los monumentos, museos y calas de agua cristalina.
El camarero les trajo unas pizzas. Empezaron a comer y en aquel momento surgió un punteo de guitarra acompañada por una voz masculina. Se miraron entre ellas.
-Diana – Raquel sonrió, mirándolas de manera cómplice-. ¿Tienes un par de monedas?