V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Un regalo entrañable

Marta Riba, 15 años

                  Colegio La Vall, Barcelona  

Estaba más que confuso, perdido. Su intento por encontrar algún sentido a todo aquello le llevaba a perder el horizonte. Le invadía un sentimiento de tristeza por la muerte dolorosa de su abuelo.

-Pepe -le llamó una voz cariñosa y conocida.

Levantó la mirada, clavada anteriormente en el suelo del patio, hasta encontrarse con la de su amigo Jaime.

-No puedes seguir así. Llevas una semana sin apenas pegar ojo y no te molestas en dejar de pensar, ni siquiera unos segundos para tomar el aire, darte nuevas esperanzas y…

-No sigas, ¿entendido? Tú no tienes ni idea de lo que duele la muerte -le interrumpió mosqueado, dejándose llevar por su genio.

Para Jaime no era fácil entenderle. Era verdad que no la había sufrido, pero aún así no perdía ninguna esperanza de levantarle el ánimo.

-Puede que, si intentas explicarme tus tristezas, recuperarías un mínimo de fuerzas para plantarle cara a esta mala pasada -soltó con un poco de picardía.

-¿Por qué? -preguntó Pepe con desprecio. Al darse cuenta de su contestación desabruida, se disculpó.

-Porque quiero verte feliz. Te lo digo en serio; me preocupas.

Por unos momentos, el silencio pareció romperse.

-Él siempre me contaba cosas de su juventud, en especial, de mi abuela, que murió también, hace ya cinco años.

Jaime se sorprendió. No esperaba ninguna intervención de su amigo.

-Pero lo que me gustaba eran sus consejos -continuó-. Me decía que no puedo conformarme con lo mediocre, que tengo que forjar mi vida, que debo ser ejemplo en esta sociedad tan superficial. Pero ahora que no está, de nada me valen sus consejos -empezaron ha humedecersele los ojos-. Mi abuelo fue como el padre que perdí a los pocos años de vida.

-¡Nunca me contaste lo de tu padre! Me dijiste que estaba fuera a menudo, por cuestiones de trabajo –Jaime le miró abatido.

Jaime empezó a entender el dolor de Pepe. Comprendió también el amor hacia su abuelo.

-Jaime, siempre me he sentido apoyado por ti. Gracias –le dijo con sencillez.

Pepe recordó una de las frases de su abuelo: “Algún día, te encontraras con el dolor y tendrás que convivir con él. Pero, pase lo que pase, siempre tendrás a alguien que te quiera a tu lado.” Por unos instantes pareció iluminarse su corazón. Tenía un amigo con el que compartir sus problemas.