II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Un sábado como
otro cualquiera

Batritze Saéz, 16 años

                  Colegio Ayalde (Loiu, Vizcaya)  

    Llega otro sábado. Como todos, quedo con mis amigos y amigas y nos dirigimos hacia una de las zonas de fiesta que tenemos en Bilbao. Por el camino me encuentro con gente muy joven. A los más jóvenes les hecho entre 10 y 11 años, y ya están tirados por la calle, borrachos o con las botellas en la mano, y a horas que a mí, a su edad, no me dejaban estar en la calle. Esta situación da mucha pena, porque si a esa edad están así, muchos terminarán siendo alcohólicos, aunque esta sea la consecuencia extrema.

    Muchas veces tengo, con mis amigas y amigos, que cuidar de la gente conocida que acaba tirada por la calle. Es una manera de fastidiarnos el fin de semana. Y más si tenemos que llamar a la ambulancia para que se los lleven al hospital.

    Ahora anuncian a bombo y platillo los macro botellones. Prefiero no saber las consecuencias, aunque las tenga bastantes claras. Me pregunto: ¿de quién es la culpa? ¿Quién tiene que arreglar esta situación? A decir verdad, como joven que soy, tengo que decir que cada vez se nos prohíben más cosas. No podemos estar en la calle, pues se molesta a los vecinos. Ni en un bar, porque los cierran pronto y en algunos no dejan fumar. ¡No tenemos lugares para divertirnos!

    Esta sociedad se esta volviendo loca con tanta violencia, alcohol, fiesta, drogas y sexo desenfrenado. Los políticos, las familias y los educadores se tienen que poner de acuerdo. Eso, cuando a la familia le importe la educación de sus hijos.

    Identificamos fiesta con alcohol, y alcohol con olvidarse de los problemas que tiene cada uno. Pero estamos muy confundidos: los problemas no se acaban por estar contento un tiempo, y tampoco eres mejor por estar borracho.