II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Una frase en la manga

David Fuente, 16 años

                 Colegio Vizcaya, Zamudio (Vizcaya)  

    Toda una vida estudiando y aún no he llegado a nada. ¡Tonto de mí, si ahora acaba de empezar lo duro! Y yo pensando en todo lo que he hecho...Y, ¿qué he hecho? Pues lo que ellos me han dicho: forjarme un destino, crear los cimientos de mi mundo... ¡Qué frases tan bonitas! Quizás, incluso, ciertas. Pero, ¿qué me dicen a mí? Tal vez sea cierto que cuando sea mayor lo entenderé pero si crees que hasta entonces me voy a poner orejeras y a trabajar estás muy equivocado. Ya sé que quien me aconseja tiene una vida a sus espaldas. Cuarenta o cincuenta años de experiencia, pero eso a mí sólo me demuestra que se encuentra a veinte o treinta años de comprenderme. Sé que con lo que me habéis dado hasta ahora, me ha ido bien, porque tal vez sea cierto que me dais lo mejor para mí. O quizás lo intentáis. Porque, todas esas cosas que no me podéis dar, ¿dónde quedan? Y, si siempre me dais lo mejor, ¿cuándo me dejareis escoger? O, mejor aún, cuando pueda escoger, ¿cómo sabré hacerlo?

    Dices que hago lo que quiero, pero en realidad hago lo que me parece mejor para mí. Quizás lo entendías cuando tenías mi edad.

     Todos tus consejos ya los conozco ¿Crees que los omito? Nunca. Los comprendo, los analizo y los pongo en práctica pero, he aquí la adolescencia, esta doble cara intentando madurar y luchando por evadir las responsabilidades. Esa palabra, responsabilidades..., de las más oídas en todos los hogares. Debe ser responsable ¿De qué? De tus actos. Entonces, ¿puedo quitarme las orejeras?¿ puedo mirar a los lados y optar por el mejor camino? No, porque aún no eres responsable. ¡Claro que no soy responsable! Cómo voy a serlo. Cómo voy a saber hoy por donde ir si hasta ayer me llevabas siempre de la mano. Y si me das un voto de confianza y fallo, te decepciono. ¡pero cómo no voy a fallar si es mi primera vez¡ Esos límites que tu siempre me has puesto me los tengo que poner yo ahora. Deberías permitirme fallar ¿verdad?. Pero no, siempre preferís la frase de “haz lo que yo digo y porque yo lo digo”. Porque tú lo dices... ¿Y esa frase sale de la boca de gente con cincuenta años de experiencia? Claro, han tenido treinta años para olvidarse de sus errores y los que cometen ahora en cambio no les parecen tan graves. Es más, llegan a darse cuenta de que les sirven para aprender. Entonces, entre tú y yo no hay tanta diferencia, ¿no? Claro que el diablo sabe más por viejo que por diablo, pero excedía de cincuenta años.

     ¿Por qué crees saberlo todo? ¿Por qué no discutir con un dieciseisañero aunque sólo sea para recordar tu adolescencia? Tal vez si me respetas a mí y a mis opiniones, llegues a comprenderme, y tras comprenderme respetes mis ideas, que con dieciséis años me resultan de lo más razonables. Tal vez así puedas explicarme lo que dices y el por qué.

Y de esta forma puede que yo descubra mis responsabilidades y como consecuencia mis libertades.

***

    Lo imprimí y se lo entregué a mi padre.

    Esperé dos minutos mientras lo leía, y cuando acabó levantó el ceño fruncido, cogió el folio por la parte superior con las dos manos, y mientras la mano derecha descendía, la izquierda ascendía y, poco a poco, vi cómo mis esperanzas de ser comprendido y escuchado se iban desgarrando, no en dos, sino en decenas de papelitos que fueron a caer a la papelera. Aquella papelera que albergaba todas mis esperanzas frustradas.