II Edición
Curso 2005 - 2006
Uno de mis días torcidos
Marta Sanz Costa, 14 años
Colegio Canigó (Barcelona)
“<<Ring, ring>>. Suena el teléfono. Es María Teresa, la madre de mi compañera del colegio que vive cerca de mi casa. Me dice que baje para ir a la escuela. Me he dormido. Me visto rápidamente. Cuando estoy lista, salgo de casa. En el ascensor hay un cartel que pone: <<En revisión>>. Bajo nueve pisos corriendo y llego al portal. Me encuentro con mi vecina, Isabelina. La saludo. De repente ladra. ¿Cómo es posible? Ah, es Toby, su perro. ¡Qué susto! Lo acaricio y salgo a la calle justo en el momento en que mi portero me dice: <<Cuidado con el charco>>, demasiado tarde. ¡Pobres calcetines nuevos! En ese instante me llaman desde el coche para que suba. Voy corriendo y entro sin haber tenido tiempo de limpiarme. Ya estamos, como cada día, en ruta. De repente, en las Rondas, el coche se para. Nos miramos extrañadas. La madre, lo vuelve a arrancar y funciona de nuevo, así que continuamos. Se oye como si una cadenita se hubiera soltado. La conductora dice que un día de estos lo llevará al taller. No han pasado ni dos minutos y el motor vuelve a dejar de funcionar. Esther, mi amiga, me pregunta: << ¿Que le debe pasar al coche?>>. Yo le respondo alzando los hombros. Empieza a salir humo del motor. Tengo miedo. Cada vez es más negro. La madre rectifica y dice que lo llevará hoy mismo a arreglar. Vuelve a probar a encender el coche y, ¡uf!, funciona de nuevo. Vamos por las Rondas sacando humo, dejando a nuestro paso una niebla muy espesa. Estamos muy nerviosas y encima mi amiga empieza a toser, ahogándose con tanto humo. Los conductores de los coches nos miran y nos gritan, diciéndonos que vayamos más deprisa. <<Estoy asustada>>, me dice Esther. Al final salimos de las Rondas, y cuando llegamos a plaza Calvó ya no somos una nube gris en movimiento sino una nube negra. No entiendo porqué no hemos parado en medio de las Rondas, pero su madre me dice que ahí no se puede parar si no es muy grave. Yo pienso que lo que ha pasado ya es bastante grave, pero para no llevar la contraria no digo nada. Mª Teresa, la madre, nos da un triángulo para ponerlo en el suelo unos metros más atrás del coche. Cuando lo intentamos abrir, Esther y yo no podemos hasta que, al final, para un coche y un señor nos ayuda. Nos dice que se ha de abrir mediante una palanca. Nos ponemos coloradas, porque no nos habíamos fijado en que tenía un seguro. A las 9:25 llegamos a la escuela. Me ponen un retraso y, para rematar el día, un examen que yo no sabía que había. Tenía el papel delante y no sabía qué poner.
En ese instante suena un sonido: “pib-pib, pib-pib, pib-pib”. Miro el reloj y son las 11:05 pero el sonido no es de la campana. << ¿Qué está pasando?>>. Suspiro y veo que es el despertador de casa, y veo que son las 7:30 y estoy en la cama. Suerte que ha sido un sueño. Pienso que hoy es mejor ir en metro.