XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Usuarios desprevenidos 

Lara Ferrer, 16 años

Colegio IALE (Valencia)

Si dijera que no soy usuaria de las redes sociales y que no soy consciente de sus peligros, mentiría. No hay adolescente que no recurra diariamente a ellas, como no hay un solo adolescente que no tenga conciencia de haberse extralimitado en su uso. A veces es el número de horas innecesarias que dedicamos a navegar por perfiles y publicaciones; a veces es el contenido nefasto con el que nos topamos en internet; a veces es nuestra tendencia a perder el tiempo por ir de una foto a otra, de un vídeo a otro; a veces es que aquello en lo que centramos toda nuestra atención no nos aporta nada.

Pero si reconozco que soy una usuaria de las redes sociales, también debo reconocer que he aprendido a utilizarlas con sentido común. Y se lo debo a mis padres, que me ayudaron cuando todavía no era consciente de su toxicidad. 

Es una pena que los adolescentes no nos molestemos en analizarlas, ya que, dado que las entendemos como un instrumento imprescindible para estos tiempos, el problema aparece cuando no sabemos utilizarlas correctamente. 

Hace unos años tuve una amiga (si se puede llegar a llamar así) que sin darse cuenta de lo mucho que sus palabras podían dañarme, me insultaba y ridiculizaba en las redes sociales. Me costó mucho hacérselo saber a mis padres. Gracias a ellos comprendí que ella buscaba el reconocimiento de los demás a través del acoso.

Sabemos que cualquier persona puede entrar en una red social y actuar de forma tóxica, intencionadamente o por no pararse a valorar el daño que pueden causar sus comentarios. Basta un <<gorda>>, <<fea>>, <<anoréxica>> o cualquier otro desprecio acerca de nuestro físico para que nos hundamos. Además, no todos los menores de edad tenemos la confianza de compartir con nuestros padres situaciones semejantes, incluso de confiárselas a nuestros amigos.