X Edición
Curso 2013 - 2014
Volver a respirar
Beatriz Montilla, 17 años
Colegio Zalima (Córdoba)
Desperté, abrí los ojos y la vi. Era mi hija.
Me pareció mentira que hubiesen pasado dos años desde su nacimiento y la desaparición de su padre.
Me levanté sin hacer ruido, entre la débil luz del amanecer, y abrí la ventana, que me permitió ver el paisaje que él y yo tantas veces contemplamos: la costa, cuya presentación parecía meticulosamente estudiada para encandilarme.
No lo pude evitar y cogí nuestra foto. Estaba él, de rodillas, con su uniforme militar y el anillo en la mano. Justo enfrente aparecía yo, con expresión de alegría.
Recordé la llamada con la que me comunicaron el fracaso de su misión en tierras de Pakistán y su secuestro. Acababa de llegar a casa de la última revisión antes del parto. Aquel teléfono significó el fin de todo, el comienzo de nada.
Era un día agridulce; no me apetecía celebrar el cumpleaños de la niña, pero mi madre se había puesto muy pesada, y si algo le caracteriza es su testarudez. Así que me sorprendí conduciendo hacia la casa de mis padres con mi pequeña detrás, en su sillita.
Me abrió la puerta mi hermana pequeña. Me asusté: estaba llorando. Lo que llevábamos esperando tanto tiempo acaba de suceder: habían encontrado a mi marido y estaba de camino.
Corrí con la niña en brazos hasta el hospital. Un doctor me informó que como le habían torturado, confundía la realidad con las pesadillas que vivió en Pakistán.
Estaba demacrado. Todavía no sabía sí sería capaz de reconocerme o si había perdido por completo la cabeza.
Contuve la respiración mientras le oía pronunciar mi nombre y el de mi hija.