V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Y ahora, ¿qué hago?

Francisco Miguel Ruiz Carbonara, 15 años

                Colegio Mulhácen (Granada)  

Pongámonos en situación: Un padre de familia, con tres niños y un pequeño bebé a su cargo, se levanta temprano, incluso antes que el sol, con grandes ojeras y mucho sueño, sin haber podido descansar todo lo que le hubiera gustado ni reponerse del esfuerzo de la jornada anterior.

Nuestro personaje se dirige al cuarto de baño. Se asea, se peina con la raya perfectamente definida a la izquierda y se viste. Desciende por las escaleras hacia la cocina-comedor y, antes de llegar, contempla sobre la mesa las facturas sin pagar de la luz y del agua.

Su esposa le aguarda con el desayuno. Con una sonrisa, le pone delante una tostada con aceite y tomate, y el café. ¿Qué podría hacer nuestro personaje sin esta ayuda?

Antes de marcharse al trabajo, sube a la planta superior para despedirse de sus hijos que todavía descansan. Les da un pequeño beso en la mejilla y se marcha sigilosamente.

Al llegar al hall, coge su abrigo del pechero. Al abrir la puerta, una bofetada de aire gélido le recuerda que es invierno. Se queda anonadado mirando la acera, por la que no circula ningún peatón. Esto le recuerda que es sábado y que la gente está durmiendo. Mira su reloj: está a tiempo de llegar a la parada del autobús. En su pequeño paseo medita sobre su familia, a la que tiene que mantener.

Se sube al autobús y pasa su tarjeta de abonado por el lector. Se sienta y comienza a mirar por la ventana. Está a punto de dormirse pero el continuo traqueteo del vehículo se lo impide. Cuando anuncian su parada, se levanta pesaroso. Hace ya uno minutos que el sol asoma detrás de Sierra Nevada, un paisaje que ni el mejor soñador podría haber imaginado. Recorre las calles en dirección a la oficina. El encanto del Albaycín le da un motivo para sonreír.

Ya está llegando. Casi instintivamente consulta su reloj, regalo de su hijo mayor con ocasión de su cuarenta cumpleaños. Se tranquiliza al saber que “va bien de tiempo”.

A su paso se abre la puerta automática y la recepcionista le saluda. Se da cuenta de que es una mañana más ajetreada de lo normal para ser sábado: ve a gente nerviosa de un lado para otro, con cajas de cartón repletas de cosas. Toca el botón del ascensor. Dentro de la cabina se encuentra a su mejor amigo. También porta una caja. Le han despedido.

Horas después, nuestro protagonista recibe un fax en el que se le comunica que él también está despedido. Se le pasan por la cabeza millones de pensamientos. Todos conducen a su familia. Hay una pregunta que le viene una y otra vez: “Y ahora, ¿qué hago?”.