II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Yo misma, eso es todo

Marta Sanz Costa, 14 años

                  Colegio Canigó (Barcelona)  

    No soy ni alta ni baja, ni famosa ni desconocida; soy una persona normal y corriente. Una persona con una vida llena de ilusiones y desilusiones, de alegrías y tristezas, de sorpresas y decepciones, de misterios y revelaciones, es decir, un ser humano como otro cualquiera.

Tengo el pelo oscuro. Mis ojos son marrones como la tierra. La sonrisa me acompaña siempre. Soy delgada como un palillo; mis orejas no son ni orejones ni orejitas y mi nariz, igualita que la de mi padre.

    Tengo un hermano mayor, de diecinueve años; en cambio yo, tengo catorce. Yo estoy en el colegio mientras él estudia en la universidad. Mi padre, se llama Manuel. Mi madre, Esther.

    Todos juntos, formamos una familia donde yo me encuentro a gusto, porque me aceptan tal y como soy, con mis muchos defectos y pocas virtudes y, sobre todo, con mis perfecciones.

    Llevo de todo, desde unos bonitos pendientes a unas gafas, y para rematar, aparato en los dientes. Me han dicho que me los quitarían en diciembre, pero no de qué año.

    Cuando era pequeña me gustaba mucho el deporte. Mi padre y mi hermano competían en unas carreras de cross y yo quería participar. Mi padre me llevó. La carrera empezó muy bien: comencé a correr, mi hermano a diez metros de mí y mi padre al lado, pero acabó de otra forma: yo en los brazos de mi padre mientras mi hermano llegaba a la meta. Gané el último premio, pero como era la niña más pequeña me dieron el primero, y desde ese día me aficioné al deporte. Por eso ahora corro como una liebre, salto como una gacela y nado como un pez.

    Aunque sea un ser humano como otro cualquiera, soy única e irrepetible.