XVIII Edición

Curso 2021 - 2022

Alejandro Quintana

A propósito del arte 

Gonzalo Capapé, 14 años

Colegio El Prado (Madrid)

Me resulta gracioso que la gente compare a los coleccionistas de arte de hoy con los antiguos mecenas. Los coleccionistas contemporáneos se gastan millonadas en cuadros de los que podrían encargar una copia por mucho menos dinero. En cambio, los mecenas –si bien es cierto que también derrochaban en arte– no tenían otra opción. Los coleccionistas actuales podrían renunciar a llamar la atención, pero argumentan que, como expertos que son notan las diferencias entre lo genuino y lo copiado. ¡Menuda falacia! Que se lo pregunten a Han van Meegeren, que engañó a todos los críticos de su época, incluso a un mariscal de Hitler, con sus falsificaciones de artistas como Vermeer.

Hay personas cuyo el interés por el arte se resume en que solo les interesa epatar. Para ellos, la pieza es lo de menos, pues lo importante es que se trate de una muestra de su poder. Hace unos años, un jeque árabe compró un supuesto da Vinci por cuatrocientos cincuenta millones de euros. Su intención era exponerlo durante una gala del museo más importante de su país. Pero surgieron dudas sobre la autenticidad del cuadro, lo que fue razón suficiente para no exponerlo. Ni el dibujo, ni los colores, ni la tela habían cambiado. El cuadro seguía siendo el mismo, pero no su posible autor. Así que no entiendo porqué se forma tanto revuelo por un pintor cuando otro alcanza su misma calidad técnica.

No obstante, hay compradores que confían en que en el valor de los cuadros aumentará con el paso del tiempo, pero de la misma manera que puede aumentar, podrá disminuir. O puede llegar a ocurrir una injusticia como la que sufrió Vincent Van Gogh, que murió sin blanca, algo extraño cuando con el tiempo su obra es la más cara en el reino de las subastas.

La monetización de las obras de arte nos da una buena lección: dos cuadros pueden tratar sobre el mismo tema, estar trabajados con la misma técnica y en la misma época… pero por autores distintos, uno valorado y otro no. Entonces el precio de cada obra es muy diferente. Así que no es la pericia del autor la que hace que suba el precio, sino la opinión del mercado, que fluctúa según lo que los clientes estén dispuestos a pagar.