XVI Edición
Curso 2019 - 2020
Abril y Julio
Belén Cabello de los Cobos Asenjo, 17 años
Colegio Senara
—Julio, ¿cuáles son tus momentos favoritos del verano? —preguntó Abril.
—Cuando me sumerjo en el mar y, boca arriba, contemplo cómo las burbujas llegan a la superficie —contestó él, haciéndole una demostración.
Abril no pudo reírse más. Así era Julio, original, lleno de ocurrencias locas.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que hablaron. Abril se dio cuenta de lo mucho que lo había echado de menos. Recordó la casa de la playa, donde quisieron aprovechar al máximo los primeros días de Agosto, zampándose helados a todas horas y tomando el sol en el tejado.
A Julio le gustaba que ella siempre encontrara el lado positivo de las cosas. La admiraba, pero no conseguía entenderla. Tan pronto se mostraba pletórica como le entraba una llorera. Recordó una tarde en la que pasearon por sus jardines, ella con pantalones cortos, sin miedo a que de un momento a otro pudiera ponerse a llover.
De pronto escucharon un llanto.
—¿Septiembre?... ¿Qué te sucede esta vez? —preguntaron a la par.
—Todo el mundo se queja por mi llegada; nadie me quiere —les confesó entre sollozos.
No supieron cómo consolarle, pues estaba en lo cierto. ¿A quién le gusta volver a la rutina del otoño? Y eso que Septiembre intentaba hacer las cosas más fáciles, regalando lapiceros y libros nuevos.
—Creo que no deberías cerrar las piscinas ni bajar las temperaturas —le aconsejó Julio.
—No puedo –le confesó apenado–. Octubre y Noviembre se enfadarían conmigo, y la presumida de Diciembre dice que si lo hiciera, no quedaría bonita.
Era Septiembre un chico disperso; nunca se centraba. Procuraba convencer a diestra y siniestra de que el estudio también es una oportunidad para pasarlo bien, pero no sabía manejar la situación. Gracias a la insistencia de Julio, ponía puentes y fines de semanas llenos de calor para que todavía se pudiera bajar a la playa.
A Julio le extrañó el silencio de Abril, que solía apenarse ante la llegada de Septiembre porque dejaba de lado a Agosto.
—Abril, ¿es que este año quieres la llegada de Septiembre, o qué? —le inquirió Julio, confuso.
—No, eso nunca. Es un aguafiestas, pero.... —dejó en suspenso—¿no ves que el pobre vive estresado? A su izquierda nos tiene a nosotros, que no paramos de recordarle nuestros buenos momentos, lo que aumenta su pena, y a su derecha tiene al cascarrabias de Octubre y al duro de Noviembre. Y, por supuesto, a la pretenciosa Diciembre, con la que no ha conseguido superar su ruptura. Por eso le regala la bajada de las temperaturas.
—¿Por qué querría regalarle el mal tiempo si le ha hecho tanto daño? —Julio estaba confuso.
—A veces se hacen cosas por amor.
Decidieron continuar el paseo. Los gemelos Enero y Febrero dormían plácidamente, encerrados en el congelador. Marzo comenzaba a pintar el inicio de la primavera, que apuntaba ser más florida que la del año anterior. Por ello escucharon los quejidos de Mayo, que sufría de alergia por el polen primaveral. Y por último vieron a, Junio, que permanecía todo el año estresado a causa de los exámenes finales.
—Sigo pensando que tú y yo somos los más afortunados —afirmó Julio—. Frente a ellos, nosotros disfrutamos de la vida y del buen tiempo.
—No grites tan pronto victoria —le advirtió Abril—. Te recuerdo que Septiembre, a pesar de ser tan inoportuno, es responsable de que los niños comiencen a leer y escribir. Y que sin las lluvias y los fríos de Octubre y Noviembre, yo no podría lucir tan bonita. Piensa que Diciembre reúne a las familias junto con los primeros compases de Enero. Es verdad que el perezoso y loco de Febrero parece no hacer nada, pero consigue apetecer la llegada de los días más largos, y en eso Marzo nunca falla. Mayo, a lo mejor, es un tanto histérica con sus estornudos, pero termina radiante antes de la llegada de Junio, que a pesar del estudio se encarga de que seabran playas y piscinas. Quizás Agosto se pase de chulo, pero es genial. Así que esta vez no me he apenado del todo con la llegada de Septiembre. Todo tiene su momento, ¿no crees?
—Recuerda que esta conversación ha comenzado cuando me has preguntado por mi momento favorito. Ahora me apetece saber cuál es el tuyo.
—Digamos que ahora mismo -sonrió Abril-. Ah, y todos aquellos que recordamos cuando llega la primavera.
—No quiero parecer egoísta por lo de las burbujas en el mar —le aclaró Julio algo avergonzado—. A veces me canso de ser el que viene sin preocupaciones, porque en realidad las tengo.
–¿Qué es lo que te preocupa?
–No causar la alegría con la que me recordaban el año pasado, y pasar tan rápido y con tanta intensidad que no deje huella. Por eso hago esas burbujas bajo el mar y contemplo cómo van llegando a la superficie y desaparecen, para recordarme que todo llega a su final, que lo bueno siempre se acaba.
—Pero no los recuerdos bonitos.
—Ahora lo sé —continuó Julio—. Por eso he pensado, si te parece bien, claro, que tú y yo empecemos a dar más paseos como este, para ayudar a los demás meses a tener buenas experiencias. Así ellos también podrán ser los mejores meses del año —le propuso con timidez.
—¡Me parece genial! —gritó con alegría.