XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Adoro a mis padres

Sofía Daley, 14 años

                 Colegio Iale (Valencia)  

Adoro a mis padres, que nadie se equivoque, pero tengo que reconocer que algunas veces no los entiendo.

Llevan toda la vida sobreprotegiéndome. Por ejemplo, cuando voy a empezar a comer una sopa, escucho la voz de mi madre: <<¡Cuidado, Sofía, que está muy caliente!...>>. Solo les falta soplarme la cuchara... Y si me dirijo a cruzar la calle, pretenden agarrarme de la mano como si fuesen ellos los que tuvieran que dirigir mis pasos. O cuando vamos a la playa, me embadurnan con protección solar de tal intensidad, que los hombros y el rostro se me quedan de un blanco fantasmal. Y, claro, de semejante guisa es imposible que algún chico me mire si no es con una sonrisa mordaz.

Adoro a mis padres, pero a veces se olvidan de que ya tengo catorce años.

Por eso, decidida a hacerles entender que ya no soy una niña, requerí la ayuda de mis abuelos para poner en marcha un magnífico plan…

Iban a pasar el domingo con nosotros en casa. Antes de que llegaran, les pedí por teléfono que, recordando aquel tiempo en el que ejercían de padres protectores, desempeñaran una vez más ese papel con los míos , como si estos fueran niños pequeños.

En un par de ocasiones tuve que esconderme en el cuarto de baño para reírme sin ser descubierta, sobre todo cuando mi madre fue a cortar el pan y mi abuela, con su preciosa sonrisa, le dijo: <<Deja que eso lo haga yo, no te vayas a cortar. Ya sabes que los cuchillos son muy peligrosos>>. Los ojos de mi madre crecieron dos tallas.

Mis abuelos actuaron con maestría. Y mis padres, aunque tardaron en caer en la cuenta, muertos de la risa, prometieron que a partir de ahora me dejarán cometer mis propios errores y que sólo estarán junto a mí para ayudarme cuando se lo pida.

Si, adoro a mis padres... ¡Y a mis abuelos!