XIII Edición

Curso 2016 - 2017

Alejandro Quintana

Al fin

Lola Martínez Portero, 16 años

                  Colegio Iale (Valencia)  

Fue la primera vez que sintió un pellizco en el alma a causa de una mujer. Hasta entonces los asuntos del corazón no le habían interesado, pero fue verla a través del escaparate de una tienda de ropa, y dar comienzo una revolución en su interior.

—¿Pero qué te pasa? —le preguntó Antonio.

No sabía explicárselo.

—Hay una chica. ¡Es tan guapa! El caso es que no reúno valor para mirarla a los ojos. Paso deprisa, aunque me gustaría detenerme. Pero no me atrevo.

Antonio abrió los labios en una carcajada prolongada.

—Yo sé lo que te ocurre —le dijo con franqueza.

—¿Sí?

—Estás enamorado.

Cada mañana, de camino a la universidad, pasaban los dos justo enfrente de la tienda de ropa donde ella se encontraba. La contemplaba pensativo, cavilando en lo que pasaría el día en que se decidiese a entrar a hablar con ella. ¿Sería posible que él, alguna vez, le interesase a alguna chica? ¿A ella?

—Entra —le aconsejaba Antonio.

—¿Para qué? —replicaba resignado.

Esta situación se repetía día tras día, pero nunca se lanzaba a entrar. Y el caso es que tampoco podía apartar la mirada cada vez que pasaba por delante… Era casi penoso notar cómo se le aceleraba el pulso al intentar vislumbrarla de reojo.

Hasta que llegó un día en que decidió dar un paso más allá. Se sentía indeciso y tembloroso al poner un pie en el umbral de la tienda. Recapacitó un segundo, hasta que escuchó el aviso alertando de que alguien acababa de entrar. Lanzó un suspiro, reconociendo que ya era demasiado tarde para arrepentirse y dar media vuelta.

Aquella vez, sin la compañía de su amigo Antonio y con la esperanza de encontrarla, avanzó. Respondió a la primera dependienta que le ofreció ayuda preguntándole por ella, y la siguió con el corazón acelerado. Esta vez, la pudo contemplar tan de cerca que se quedó atónito. ¡Cómo admiraba su belleza!

«¡Al fin!» —pensó.

La cogió del brazo y la acercó, con mucha suavidad, al mostrador.

—Me la llevo. ¿Cuánto es?

—Lo siento, en este establecimiento no ofrecemos la oportunidad de comprar maniquíes.