XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Amigas para siempre

Mencía Veas, 15 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

Sintió cómo la emoción dificultaba sus movimientos, así que decidió alejarse y no volver a verla. Quizás fuera lo más sencillo: dejar todo en un recuerdo. Sin embargo, recobró la poca voluntad que le quedaba para presentarse en la puerta de su casa.

Estaba dispuesta a decirle todo lo que pensaba. Aquella discusión provocó tal malentendido que había marcado los últimos años de colegio, haciendo que cada día hubiese sido una especie de pesadilla, que odiara las clases porque en ellas estaban sus nuevas enemigas, que entrara en una profunda nube en la que percibía que todas sus compañeras la despreciaban y disfrutaban al verla pasear sola durante el recreo. Y lo peor, sentirse menos ante las demás chicas que antes creía amigas.

Quería que Eugenia supiera que, por su culpa, todas le habían dado la espalda, que la habían humillado una y otra vez.

Sintió que el pestillo se desplazaba. Por la puerta apareció Eugenia, la que, años atrás, provocó la cizaña y, además, dejó de hablarle. El corazón se le encogió en un puño; no quería seguir enfadada sino volver a ser amigas, como se prometieron.

Bajó la cabeza para preguntarse si estaba segura de lo que le iba a decir. La alzó de nuevo. Entonces, sin que fuesen necesarias las palabras, se abrazaron.

-Lo siento, Teresa –le dijo Eugenia-. Ahora sé cómo lo has tenido que pasar.

El origen de aquel desencuentro estaba en que Eugenia quiso liderar el grupo, convertirse en el centro de atención de la clase, mientras Teresa no cambió, tranquila y tímida como siempre. Pero en un instante se olvidó de cómo sus amigas la miraban, de las ocasiones en las que había estado sola, de todo lo ocurrido. Y con un nudo en la garganta, añadió:

-¿Amigas?

En los ojos de Eugenia descubrió la respuesta. La conocía muy bien.

-Para siempre –respondió.